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    Plan

    Plan détaillé Texte intégral 1. Introducción2. Ruta metodológica3. Resultados4. Discusión y conclusiones: lo comunitario como soporte de salud mental Bibliographie Notes de bas de page Auteur

    Cátedra Unesco Derechos humanos y violencia: gobierno y gobernanza

    Ce livre est recensé par

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    Table des matières

    Capítulo VII. Reparar lo comunitario. Sentido de comunidad y salud mental en un proceso de retorno

    Repair the community: sense of community and mental health in a return process

    Astrid Natalia Molina Jaramillo

    p. 173-201

    Résumés

    Objetivo: comprender la relación entre sentido de comunidad y construcción de salud mental en el proceso de retorno a la vereda La Honda de El Carmen de Viboral (Antioquia). Método: se realizó un estudio de caso, con el uso de entrevistas, observación participante, conversaciones andadas y fotovoz. Resultados: el sentido de comunidad se desarrolla principalmente en una vía política que se activa ante las amenazas a la propia vida y a los bienes compartidos, mientras que la reestructuración de un mundo axiológico común es incipiente y está limitada por relaciones de competencia y pérdida de la sociabilidad. La identificación con la vereda está mediada por la valoración funcional y simbólica del campo, y potencia acciones de cooperación y reclamación colectiva de derechos cuando es preciso defender la vida y el territorio. De otro lado, la salud mental es significada como la posibilidad de hacer una vida tranquila, que está soportada en el aseguramiento de condiciones materiales para la vida, los simbolismos del campo y las relaciones de solidaridad y cuidado. Conclusión: además de las acciones institucionales de reparación, las personas reparan cotidianamente las dimensiones de su vida que fueron dañadas con el desplazamiento; esto conlleva de manera central la reparación de los lazos comunitarios como fundamento de la salud mental. El acompañamiento institucional al retorno debe contemplar las acciones comunitarias de construcción de salud mental, de manera que el enfoque psicosocial prescrito en la política pública pueda realizarse en los territorios.

    Purpose. To understand the relationship between sense of community and mental health construction in the returning process to La Honda in El Carmen de Viboral, Antioquia. Method. A case study was carried out, with the use of interviews, participant observation, walking interviews and photovoice. Results. The sense of community is developed mainly on a political path that is activated in the face of threats to one’s life and to shared goods, while the restructuring of a common axiological world is incipient and is limited by competition relationships and loss of sociability. Identification with La Honda is mediated by the functional and symbolic value of the countryside and fosters cooperation actions and collective claim for rights when it is necessary to defend life and territory. On the other hand, mental health is signified as the possibility of living a peaceful life, which is supported by the assurance of material conditions for life, symbolism of countryside and solidarity and care relationships. Conclusion. In addition to institutional reparation actions, people daily repair the dimensions of their lives that were damaged by displacement; this centrally involves the repair of community ties as the foundation of mental health. The institutional support to returns must contemplate the community actions of mental health, so that the psychosocial approach prescribed in public policy can materialized in the territories.

    Entrées d’index

    Keywords : Forced displacement, return, public policy, mental health, sense of community, community social psychology

    Palabras claves : desplazamiento forzado, retorno, política pública, salud mental, sentido de comunidad, psicología social comunitaria

    Note de l’éditeur

    Realizado en el marco del proyecto doctoral Apropiación del espacio y construcción de salud en una población retornada tras el desplazamiento forzado por violencia. Estudio de caso en el Carmen de Viboral, Antioquia. Apoyado por Colciencias a través de la convocatoria 647 de 2014. Doctorado en Salud Pública en la Universidad de Antioquia.

    Texte intégral Bibliographie 5. Referencias bibliográficas Notes de bas de page Auteur

    Texte intégral

    1. Introducción

    1El desplazamiento forzado por la violencia (dfv) constituye una de las formas más drásticas de violación de los derechos humanos (ddhh) y una fuente importante de deterioro de la salud mental y la calidad de vida de las más de 45 millones de personas desplazadas por violencia sociopolítica en el mundo (idmc, 2020). En Colombia, el Registro Único de Víctimas (ruv) contabiliza 8.011.693 personas desplazadas entre 1985 y marzo del presente año (ruv, 2020). Tras estas cifras se condensan los múltiples daños y expresiones de sufrimiento asociados con la ruptura del vínculo con los lugares, lo que han implicado la respuesta institucional para el restablecimiento de derechos de la población afectada con base en los principios rectores para los desplazamientos internos (Naciones Unidas, 1998); los retornos y las reubicaciones han sido la vía privilegiada para lograr dicho restablecimiento (Ministerio del Interior y de Justicia, 2011).

    2En la normativa, retornar supone la garantía de derechos mínimos y progresivos contemplados en el protocolo de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a Víctimas (uariv, 2016). En la práctica, retornar implica procesos de adaptación y reconfiguración de vínculos socioespaciales que fundamentan la realización de esos derechos. Entender los elementos psicosociales del retorno es fundamental para conocer cómo se realizan dichos derechos en la vida cotidiana y retroalimentar acciones institucionales. En esa vía, el estudio propuso comprender la relación entre sentido de comunidad y construcción de salud mental en un proceso de retorno acompañado institucionalmente en la vereda La Honda de El Carmen de Viboral (Antioquia).

    3Para avanzar, se recogen inicialmente las afectaciones de salud mental asociadas al dfv, con el fin de problematizar el enfoque biomédico que predomina en la comprensión e intervención de la salud mental de las víctimas y la necesidad de que la perspectiva psicosocial trascienda su declaración normativa y se realice en los territorios. Posteriormente, se presenta el marco conceptual del sentido de comunidad y la salud mental desde la psicología social comunitaria y la ruta metodológica seguida. Finalmente, se abordan los principales resultados y se proponen algunos elementos para la discusión.

    1.1 . Desplazamiento forzado y daños a la salud mental

    4El desplazamiento forzado afecta profundamente la salud de las personas. Las pérdidas materiales y económicas, la escasez de redes de apoyo y los obstáculos para la realización del derecho a la salud profundizan la vulneración de la vida y generan enfermedad y sufrimiento (Shultz et al., 2014). Además de afectaciones físicas y dificultades para acceder oportunamente a la atención en salud (Henríquez, 2016), los estudios nacionales sugieren un perfil de daños caracterizado por trastornos de ansiedad y depresión, y trastorno de estrés postraumático, entre otros (Andrade, Parra & Torres, 2013 ; Campo-Arias & Herazo, 2014 ; Mayor, De Castro, Amarís & Buelvas, 2018).

    5El deterioro de la salud mental es tratado frecuentemente como patológico y como resultado de insuficientes recursos psicológicos en los individuos, más que como una respuesta de adaptación ante situaciones de injusticia social y violencia. Esta perspectiva biomédica tiene como consecuencias la patologización del sufrimiento humano, la definición de modos “normales” de superar la victimización y la asignación de la responsabilidad por enfermar o sufrir en los individuos. Asimismo, supone la creación de políticas públicas para la atención de anormalidades y la intervención correctiva sobre los individuos, enfocándose en la asistencia a la enfermedad. Pero la vulnerabilidad en salud mental debe entenderse también como resultado del desequilibrio social y material que ocasiona el desplazamiento en sus diferentes etapas; el potencial traumático y los patrones de daño aparecen intrínsecamente relacionados con procesos de ajuste sociocultural y desigualdades territoriales que persisten tras el retorno (Shultz et al., 2014). Además, las personas afrontan cotidianamente el sufrimiento que el dfv conlleva y logran readaptaciones a los nuevos escenarios vitales, lo que invita a entender cómo las personas construyen positivamente la salud mental y enfrentan las adversidades aún bajo la persistencia de vulneraciones a la vida tras el retorno (Garzón, 2014).

    6El análisis sobre la salud mental en el dfv debe trascender el foco sobre el individuo y la enfermedad. Igualmente del mundo interno de las personas, aspectos socioculturales, políticos, ambientales y morales definen las posibilidades de construir salud mental (Restrepo & Jaramillo, 2012); además del sufrimiento, el logro de condiciones materiales dignas, el restablecimiento de redes sociales y la vinculación significativa con el territorio, soportan el desarrollo positivo de salud mental y permiten avanzar en la elaboración de los duelos por las pérdidas que la violencia ha ocasionado (Díaz, Molina & Marín, 2015).

    1.2. Retornos, ¿potenciadores de la salud mental?

    7La tipificación jurídica del dfv en la Ley 387 de 1997 (Congreso de Colombia, 1997) abrió las vías para su justiciabilidad y para la exigibilidad de derechos de la población victimizada. Los retornos y las reubicaciones se proponen como la principal estrategia para superar el desplazamiento y se fundamentan en el acompañamiento institucional para la garantía de derechos mínimos: alimentación, educación, identificación, reunificación familiar, salud, vivienda y generación de ingresos (uariv, 2016); pero en la implementación local de la política pública estos rara vez pueden cumplirse a cabalidad.

    8A pesar de que el país ha avanzado en la constitución de una política pública de protección y atención integral, existe aún una enorme deuda en la materialización de la política en reales oportunidades para el goce efectivo de derechos, la reparación de los daños y la reconstrucción de vidas saludables (Chenut & Ocampo, 2014; Corte Constitucional, 2014). Aunque las personas desplazadas sean sujetos de especial protección (Corte Constitucional, 2004), la vulneración de sus derechos y los conflictos en la territorialización persisten en los retornos. Estos se ejecutan frecuentemente como relocalización física, desatendiendo la garantía de condiciones de vida dignas para la salud, la participación de las comunidades, el restablecimiento de redes de apoyo y la vinculación con el territorio. Si bien la normatividad prescribe atención psicosocial, diferencial y con enfoque territorial, “es preciso advertir que la postura prescrita no garantiza que las acciones que se llevan a cabo día a día en los escenarios de atención respondan de manera pura al ideal sugerido” (Moreno & Díaz, 2016, p. 207).

    1.3. Sentido de comunidad: vínculo socioespacial como soporte de salud mental

    9El sentido de comunidad constituye una herramienta conceptual útil para analizar el sustrato socioespacial de la salud mental y la reapropiación de los territorios de retorno (Berroeta, Ramoneda, Rodríguez, Di Masso & Vidal, 2015). Para McMillan y Chavis (1986) supone cuatro elementos:

    10– Membresía, el sentimiento de pertenencia o de un sentido compartido de vinculación personal, que implica seguridad emocional e identificación con un sistema común de símbolos.

    11– Influencia, el sentido de que uno importa y puede hacer la diferencia para un grupo e influir sus decisiones y acciones.

    12– Integración y satisfacción de necesidades, percibir que las necesidades podrán satisfacerse por los recursos recibidos a través de la pertenencia a la comunidad.

    13– Y conexión emocional compartida, el compromiso y la creencia de que los miembros comparten una historia, lugares comunes, tiempo juntos y experiencias similares.

    14El sentido de comunidad surge en torno a la interacción social, la percepción de apego territorial y un sentimiento general de interdependencia, lo que resalta su doble naturaleza geográfica y relacional (Ramos & Maya, 2014).

    1.4. Salud mental: un concepto relacional

    15Para la Organización Mundial de la Salud (oms, 2004), la salud mental se relaciona con el componente de bienestar mental incluido en su definición de salud: “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (p. 14). Es definida como “un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias actitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad” (ops, 2001, p. 1). El énfasis de esta propuesta es entender la salud mental como un estado, que se expresa en áreas del comportamiento humano, sin desarrollar su carácter procesual y su relación con elementos políticos, económicos y culturales que condicionan las capacidades de los individuos.

    16La Ley 1616 de 2013 (Congreso de Colombia, 2013) sigue una vía similar al definir salud mental como

    un estado dinámico que se expresa en la vida cotidiana a través del comportamiento y la interacción de manera tal que permite a los sujetos individuales y colectivos desplegar sus recursos emocionales, cognitivos y mentales para transitar por la vida cotidiana, para trabajar, para establecer relaciones significativas y para contribuir a la comunidad (artículo 3).

    17Aunque prescribe que la salud mental es de interés y prioridad nacional, es un derecho fundamental y un tema prioritario de salud pública, las acciones que propone focalizan la atención de problemas psicológicos y la gestión de recursos personales y la asunción de estilos saludables de vida por los sujetos.

    18Estos abordajes han planteado una escasa discusión respecto de las condiciones de injusticia social que limitan las libertades humanas y la posibilidad de experimentar salud mental. En este sentido, la Declaración de Lyon (2012) señala la necesidad de comprender la relación entre globalización neoliberal y salud mental, que implica efectos psicosociales negativos sobre el lazo social. Los firmantes señalan que la salud mental no se limita a prevenir y tratar trastornos mentales ni a la defensa de los derechos de quienes tienen discapacidad, sino que debe contemplar las diferentes dimensiones de la vida de las personas desde un enfoque sistémico y global de la salud, que reconozca el sufrimiento como una dimensión de lo humano. La salud mental es definida como:

    La capacidad de vivir consigo mismo y con el otro, en la búsqueda del placer, de la felicidad y del sentido de la vida; en un entorno dado pero no inmutable, transformable por la actividad de los hombres y de los grupos humanos; sin destructividad pero no sin rebelión; es decir, con la capacidad de decir “no” a lo que se opone a las necesidades y al respeto de la vida individual y colectiva, esto permite el “sí”, o el “verdadero sí”, que implica la capacidad de sufrir manteniéndose vivo, conectado consigo mismo y con el otro (Declaración de Lyon, 2012, p. 79).

    2. Ruta metodológica

    19El método usado fue el estudio de caso definido como “una forma de investigación empírica que aborda fenómenos contemporáneos, en términos holísticos y significativos, en sus contextos específicos de acontecimiento” (Neiman & Quaranta, 2006, p. 223). Permite profundizar el conocimiento global de un fenómeno frente al que se pregunta “cómo” o “por qué”, sin controlar variables (Yin, 1994). El estudio de caso fue enfocado desde el interaccionismo simbólico (Blumer, 1981), centrándose en los significados construidos con otros sobre la reconfiguración de los vínculos comunitarios y la salud mental en el proceso de retorno.

    2.1. La honda renace: el caso, un recorte del mundo

    20La vereda La Honda se sitúa en El Carmen de Viboral. Se estima que este municipio del oriente antioqueño tiene una población de 49.076 habitantes, de los cuales 14.889 personas constituyen población rural (dane, 2018). Antes del conflicto armado, la población del municipio se concentraba principalmente en la zona rural; la vida comunitaria en La Honda era tranquila, llena de manifestaciones tradicionales y culturales como la gastronomía, las manifestaciones artísticas y un profundo arraigo por su territorio y costumbres. Desde los años ochenta comienza la llegada al territorio de diversos actores armados que provocan un vaciamiento total de la vereda entre 1996 y 2005. Los habitantes sufrieron el reclutamiento de menores, secuestros, extorsiones, asesinatos de líderes comunitarios y desplazamiento forzado (Municipio El Carmen de Viboral, 2016). Tras 18 años fuera del territorio veredal, la Alcaldía llevó a cabo el proyecto La Honda renace que permitió el retorno acompañado de 14 familias en el año 2015. Esta experiencia de retorno es el caso abordado para el estudio.

    2.2. Construcción de los datos

    21Para la selección de los participantes se eligió una muestra por conveniencia y oportunidad. Se incluyeron personas mayores de 18 años que habían participado del proceso de retorno, que aceptaran la vinculación voluntaria. Se excluyeron personas de la vereda que no habían sido desplazadas. Doce personas –siete mujeres y cinco hombres, entre 21 y70 años– participaron de las actividades de recolección de información:

    • Entrevista semiestructurada: En ella, los objetivos rigen la pregunta, pero el entrevistador asume su contenido, orden, profundidad y formulación; permite modificarla para adaptarse a diversas situaciones y características particulares de los sujetos de estudio (Toro & Parra, 2010). Se realizaron seis entrevistas.

    • Observación participante: La observación permite acceder a la interioridad de los participantes haciendo visibles sus acciones e interacciones en los diferentes escenarios de la vida cotidiana (Toro & Parra, 2010). Se observó una reunión de la Junta de Acción Comunal (jac) y una fiesta de vecinos.

    • Conversaciones caminadas (walking interviews): Son entrevistas realizadas en movimiento para conocer el sentido de lugar y el apego al vecindario. Permiten comprender cómo las personas se representan y crean sus barrios a través de prácticas socioespaciales y ubican sus redes sociales y expresan su sentido de comunidad en relación con los lugares (Clark & Emmel, 2010; Kinney, 2017). Se realizaron tres sesiones.

    • Fotovoz: Las fotografías –existentes previamente o tomadas por los investigadores o participantes– son consideradas visualizaciones de la experiencia y significados dados por los participantes a objetos (o lugares), y se constituyen en un medio participativo para compartir experiencias y conocimientos (Wang, 1997). El fotovoz fue la técnica central del estudio y participaron de ella dos hombres y siete mujeres. Su realización siguió la premisa de tomar una foto que representara lo que para ellos era la “vida saludable” y construir un breve relato sobre por qué la elección de la imagen; luego se realizó una exposición y socialización colectiva de las fotografías producidas.

    22El trabajo de campo para este estudio se realizó en el marco de un proyecto más amplio de investigación de doctorado que transcurrió entre noviembre de 2017 y diciembre de 2019. La información fue trascrita y posteriormente sistematizada y analizada usando el análisis temático (Braun & Clarke, 2006) en el software Atlas ti 8.

    2.3. Compromisos éticos y acciones de protección

    23El estudio se realizó bajo un compromiso profundo de responsabilidad y cuidado con las personas que vivieron el dfv para evitar nuevas vulneraciones. Se privilegió el reconocimiento de los saberes de los participantes y la facilitación de situaciones de interacción que generaran comodidad y confianza. El estudio siguió los principios de dignidad, autonomía, justicia, beneficencia y no maleficencia consignados en la Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos (Unesco, 2006) y atiende a la Resolución 8430 de 1993 (Ministerio de Salud y Protección Social, 1993), el Código Deontológico y Bioético del Psicólogo (Congreso de Colombia, 2006) y los principios declarados en el Código de Ética en Investigación de la Universidad de Antioquia.

    3. Resultados

    24Las interacciones desarrolladas con los participantes de la investigación permiten identificar tres elementos transversales a los hallazgos: la nostalgia por las formas comunitarias anteriores al desplazamiento, la no separabilidad en la experiencia de aspectos físicos y mentales de la salud, y la profunda relación entre salud (mental) y espacialidades rurales. Aunque estos elementos ordenan los relatos e imágenes de la vida de los participantes desde antes del desplazamiento y en el restablecimiento urbano, con el fin de centrarse en el objetivo propuesto para este texto se abordarán los resultados alrededor del retorno a partir de dos categorías temáticas: reparar lo comunitario y afirmar la salud mental, y la discusión en torno al eje central de los hallazgos se expondrá en el apartado “Lo comunitario como soporte de la salud mental”.

    3.1. Reparar lo comunitario

    25El desplazamiento forzado constituye una doble disrupción del vínculo con los lugares. Por un lado, las relaciones comunitarias se fracturan desde el momento preexpulsión con la presencia de actores armados y su dominio sobre el territorio, lo que provoca que las relaciones vecinales se demarquen desde el miedo y la desconfianza, se debiliten las redes de apoyo y se pierda el control y la seguridad en los lugares que representaban el hogar: “Entre eso usted venía y se encontraba un retén del Ejército ahí saliendo del pueblo, llegaba por acá y se encontraba un retén de la guerrilla y eso era pues una zozobra” (participante D). Por otro lado, verse forzado salir de la vereda supone una fractura más radical de los vínculos, a la vez que significa la pérdida de la vida buena que ofrecía el campo, imposible de reconstruir en los lugares de reasentamiento: “yo sí experimenté una Navidad en un pueblo, la tiene que pasar usted encerrado en su casa y listo. Lo que haga en su casa… lo que me tocó vivir, allá nadie comparte con el vecino” (participante A). Para los participantes, estar 18 años fuera del lugar de origen supone el reto de reparar los modos de vida comunitarios y el vínculo con el lugar de vida. Dicha reparación ocurre parcialmente en los escenarios de reasentamiento, pero solo puede consolidarse para los más adultos con la vuelta a la tierra de origen.

    3.1.1. Redes de apoyo en escenarios de reasentamiento

    26Para los participantes fue fundamental el apoyo prestado por personas de la familia extensa y otros conocidos en la llegada a los nuevos territorios; se trata inicialmente de un apoyo instrumental que suple la ausencia institucional1 y permite asegurar el sostenimiento material, pero al mismo tiempo contribuye a modificar la situación de “indignidad” en la que se sentían los participantes tras la partida: sin lugar, viviendo como animales tras haberlo tenido todo.

    A tirarnos en un embaldosado, porque nada, ni colchones ni nada… las meras cobijitas. Y ya llegó una cuñada mía que vive en X, me trajeron una camita, un colchoncito, en fin… Ya por ahí la gente, ya mi mamá también nos colaboró con cobijitas. Y nos fuimos organizando, pero durmiendo en el suelo, así como perros en el suelo, ahí en ese embaldosado (participante A).

    27Algunos aluden también a un apoyo emocional y a la percepción de ser reconocidos en los nuevos escenarios. En la llegada, es sumamente importante para las personas desplazadas el sentimiento de que a otros les importa lo que les ha ocurrido y legitiman su sufrimiento, el ofrecimiento de compañía e información para conocer las dinámicas de los nuevos territorios y las palabras de aliento, lo que les hacen reevaluar el sentimiento inicial de soledad. El apoyo de las redes interpersonales suele trascender la obligación moral. Implica una preocupación auténtica y un compromiso de cuidado de quien llega desplazado; una intención de proteger que resulta emocionalmente reparadora y potencia el desarrollo de los propios recursos de adaptación.

    28Sin embargo, para quienes retornaron a La Honda, la vida en el pueblo o la ciudad es significada como ajena: vivían en lugares prestados, no pertenecían y anhelaban constantemente los modos de vida y vínculos del pasado. A pesar de que los jóvenes lograron establecer relaciones socioespaciales significativas con los contextos de reasentamiento, los adultos solo ven posibilidades de rehacer la vida valorada volviendo a La Honda: “Dependiendo, humillado de todo el mundo, sabiendo que aquí [La Honda] tenía su estabilidad y todo, y saber uno que por allá era a lo que los demás quisieran hacer con uno, eso es muy bravo” (participante D).

    3.1.2. Juntarse y reclamar la tierra: Repolitización y activación de lo comunitario

    29La primera forma de reestructuración de las relaciones comunitarias para los habitantes de La Honda ocurre desde la distancia y tiene forma política. El proceso de organización y de exigibilidad de derechos como víctimas de dfv pone de relieve la relación entre los vínculos socioespaciales y la implicación en acciones colectivas, en este caso, para la recuperación de los lugares de vida. Las memorias del pasado en La Honda, el apego a la tierra y al trabajo campesino, y la reactivación del sentido de pertenencia son los ejes de significado que soportan la decisión de reorganizar la jac desde la distancia y la implementación de múltiples acciones de reclamación ante los entes institucionales para hacer realidad el retorno. Aunque inicialmente no hay respuesta institucional y la seguridad del territorio no puede garantizarse debido a la presencia de minas antipersonal (map), el deseo de retorno insiste y motiva la reclamación a organismos del orden municipal y departamental hasta lograr finalmente la intervención institucional para el desminado y la concreción de un plan de retorno con la Alcaldía Municipal.

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    nosotros lo que necesitamos son acciones, acciones y soluciones… Algunas instituciones tenían que hacer pues, alguna cosa debe haber donde se pueda acudir, porque como Junta de Acción Comunal y como Alcaldía, como Gobernación, algún ente tiene que haber pues, a dónde es que se tiene que ir ¿y qué es lo que tenemos que hacer? […] Así sea solos [sin acompañamiento estatal], pero nosotros vamos a seguir insistiendo porque nosotros nos vamos a devolver pa’ allá, a nosotros nos tocó abandonar eso de manera que ya todo se perdió, ya las casas se cayeron ya no hay qué, pero nosotros vamos a recuperar eso porque es lo único que nosotros tenemos, lo que nos costó un trabajo de toda la vida y nosotros tenemos que volver allá (participante D).

    30Lo comunitario resurge a través de las políticas de la cooperación, de juntarse para reclamar y defender lo propio: los derechos, la tierra, la casa, la vida campesina. Dar la pelea juntos representa una vía inicial de reparación de lo comunitario y se convierte en la tarea cotidiana de los participantes. La iniciativa colectiva de hacer presión ante entes locales y departamentales supone la superación de barreras institucionales. Cuando los bienes compartidos de la comunidad se ven amenazados, se articulan para su defensa; esto ha ocurrido, por ejemplo, con la exigencia de acondicionamiento de la carretera para evitar el aislamiento de la comunidad y con la defensa de los derechos territoriales ante la declaración de reserva forestal protectora en la vereda. Igual que en el momento previo a la creación del plan de retorno, los actores comunitarios se ingenian permanentemente formas novedosas de exigir sus derechos y revitalizar sus mecanismos de presión política; trabajan juntos para reacondicionar las infraestructuras y los espacios comunitarios de encuentro; trabajan juntos para reconstruir las casas y las huertas de sus vecinos, para planear el futuro de la comunidad y crear condiciones que hagan de La Honda un lugar que sostenga la vida. “Es que la carretera es la vida misma, sin carretera no hay nada” (participante E).

    3.1.3. La reconstrucción del nosotros: bases axiológicas de lo comunitario

    31Tras el retorno, el encuentro con “los de antes” deja ver rápidamente que los de antes no son los mismos; la solidaridad, el compromiso y la empatía han sido mellados por la violencia y la búsqueda de la sobrevivencia, por lo que el retorno conllevará también una reparación de los lazos comunitarios en su dimensión afectiva. La reconstrucción del mundo axiológico común que representa La Honda es entonces una segunda forma en la que comienza a darse la reparación de lo comunitario, fundamentado en la identificación con la vereda a través de la tierra (el campo, la ruralidad como valor primario).

    32Además de los encuentros formales de la jac en la escuela, las familias han creado otros escenarios para la reconstrucción de los lazos comunitarios; las casas de vecinos, las charcas de agua –las Pailas, la Chula–, la chancha de la escuela o las praderas específicas se constituyen como lugares legitimados por todos para reunirse, compartir historias y divertirse. Incluso los vínculos informales y su recomposición precisan del compromiso de los habitantes de la vereda; la reconstrucción de vínculos afectivos con los vecinos y la recomposición de valores compartidos es también objeto de la acción comunitaria:

    Como un tejido social… coger el rumbo de que tenemos que salir adelante, que hay unos hijos todavía que van para adelante… enseñarlos a esas costumbres de ahora años, cuando se hacían los convites, las Navidades comunitarias, que eso era muy bueno (participante A).

    33Aunque viven relaciones de cordialidad y solidaridad, y reconocen la necesidad de los otros para resolver problemas de salud o suplir la falta de alimentos, la identificación con un mundo simbólico común es incipiente. Los valores del campo otrora compartidos –los modos de trabajo y de hacer la vida cotidiana– han sido fuertemente modificados por la vida fuera de La Honda y limitan el reconocimiento de una identidad colectiva. El campo sigue siendo el eje de identificaciones con el territorio comunitario, pero la cohesión comunitaria se ofrece más como un deber ser.

    34La necesidad de asegurar la propia subsistencia ha significado un aumento de la competencia para el acceso a los recursos y, consecuentemente, del individualismo, lo que resquebraja nuevamente los vínculos comunitarios que han comenzado apenas a repararse. Tanto el reposicionamiento del valor del individuo como el aumento de las relaciones de competencia por el acceso a recursos económicos son entendidos por los participantes como males que llegaron de afuera. La vida en los pueblos y centros urbanos enseñó a la gente que el desarrollo significa el acceso al dinero, y que la preocupación por el otro y el interés de trabajar juntos suponía una pérdida de tiempo y energías que deben invertirse en conseguir lo propio.

    Cuando hablamos de cuidar La Honda juntos hace falta mucho porque hoy en día se ve mucho individualismo, cada quien por su lado, que el otro meta más... entonces ¿en qué consiste una comunidad?… Se puede enfermar un vecino y nadie se da cuenta qué le pasó, sigue habiendo mala comunicación y desinformación en cada uno, entonces cada quién por su lado y nadie se da cuenta del otro… ¿qué hace falta? Una unión, en conjunto, que estemos todos unidos. Cuando hablamos de las acciones comunales están hablando de las acciones comunales y no de la comunidad… pa’ eso son las acciones comunales, pa’ que la gente se reúna en una comunidad y se informen de unas problemáticas en la vereda y hagan una organización, pa’ ahí si cuidar la vereda juntos… pero es que hace falta mucho en eso (participante M).

    35A pesar de que la idea del nosotros aparece difuminada, el reconocimiento de lugares, bienes y compromisos compartidos detona vínculos de cooperación cuando lo propio es amenazado. Los actores comunitarios mantienen como centro del vínculo con el territorio comunitario el valor de la tierra y todo lo que amenaza la tierra es entonces motivo de encuentro y de acciones colectivas para su protección. La gente de La Honda no ha podido realizar la imagen idílica de los vínculos comunitarios de antes, pero sí se reconocen en su pertenencia a la vereda y han reconstruido modos vinculares que les permiten trabajar juntos para proteger la tierra y buscar la realización de la vida buena.

    36Este reconocimiento de interdependencias con los otros y con los lugares de vida en el campo no está exento de conflictos. Las tensiones de la vida juntos no solo se expresan en la percepción del individualismo, sino también en las limitaciones económicas que provocan nuevos desplazamientos y desestructuración de los vínculos; en las nuevas amenazas externas sobre el territorio comunitario –presencia de foráneos que reclaman tierras, cambios en el uso de suelos por declaración de reservas–; y finalmente, en el anhelo que persiste de los modos relacionales de antes del desplazamiento, imposibles de restaurar. Esto conlleva una continua reinvención de las formas de actuación conjunta y de la expresión de compromiso con la protección de lo compartido, soportada tanto en una base funcional como afectiva: el territorio veredal debe protegerse para sostener la vida, pero también porque se trata del lugar amado y que permite realizar la vida valorada.

    3.2. Afirmar la salud mental: poder hacer una vida tranquila

    37Inicialmente la pregunta por la salud encuentra respuesta en la enumeración de enfermedades y en las dificultades para el acceso a atención en el sistema de seguridad social, con lo que su sentido privilegia la dimensión médica asistencial. El cambio de foco del objeto de indagación de “la salud” hacia “la vida saludable” facilita la inferencia alrededor de la salud mental y permite comprender que para los participantes significa la salud como un proceso de sostenimiento vital: la capacidad de enfrentar las adversidades que la violencia ha dejado y de ejecutar acciones para gestar y cuidar la vida.

    38La salud como potencia se expresa como una totalidad; el deterioro o la potencia física implican también un correlato psíquico. A pesar de la referencia a la cabeza, el pensamiento, las emociones y la evaluación que los participantes hacen sobre sus procesos psicológicos incluyen permanentemente una reflexión sobre la corporalidad y las materialidades, recordando el carácter abstracto de conceptos como la salud mental y la necesidad de relievar los procesos materiales que la soportan. Aquello que los psicólogos leen como salud mental, las personas de la vereda lo significan como la capacidad de (el poder de) hacer una vida tranquila: “Es como la comida, usted come pa’ poder tener alientos de trabajar, levantarse a ordeñar, cuidar pollos; pues igualito, si usted no tiene paz, no tiene tranquilidad en el alma, con qué ánimo va a enfrentar la vida” (participante i). Dicha capacidad supone la presencia de dos pilares que sostienen lo que consideran un ambiente sano: las materialidades que ofrece la vida rural para el sostenimiento vital y las relaciones solidarias con los otros.

    39Por un lado, un ambiente sano permite el sentimiento de seguridad, protege de nuevas vulneraciones y ofrece la capacidad de usar los recursos personales para suplir necesidades básicas y asegurar la vida a través de la transformación del ambiente. Dentro de estas materialidades, asegurar las infraestructuras mínimas y el acceso a recursos económicos es fundamental, pues las condiciones materiales precarias son con frecuencia motivo de preocupación y sufrimiento. Asimismo, la vida tranquila supone la experiencia de un ambiente sano en términos naturales. La percepción de calidad ambiental –aire limpio, agua y comida no contaminadas y cuyo acceso no esté mediado por el dinero– potencia el sentimiento de tranquilidad.

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    Vivir sanamente es vivir en un sitio donde usted esté tranquilo, más que todo a veces la alimentación, y el ambiente donde usted está, ¿no? Porque a veces usted puede tener una alimentación sana, pero si el ambiente donde usted vive es un ambiente pesado, o sea, donde haiga discordia, usted no va a vivir sanamente, ¿no? Y este es un ambiente demasiado sano, porque hay mucha convivencia entre los vecinos, hay mucha comprensión, ese es un ambiente sano (Fotovoz, participante i).

    40Por otro lado, el ambiente sano está referido al tipo de relaciones que ocurren en él. Dichas relaciones deben ser armónicas y de solidaridad para contribuir a la construcción de una vida tranquila. En el caso estudiado es fundamental la exigencia de ser reconocido como un ser humano importante para lograr el reconocimiento de las propias capacidades y la imagen de un yo potente: ser amado, ser escuchado, ser acompañado y cuidado por el otro constituyen una base relacional muy importante para la salud mental. Además, los vínculos con los otros soportan también la experiencia de cuidado de la salud; cuidar y ser cuidado condensa la mutualidad de las relaciones de solidaridad ante situaciones que amenazan la vida y provocan sufrimiento. Estas experiencias de cuidado se ejecutan en la vida cotidiana y en relación con elementos naturales de la vereda como plantas y fuentes de agua, pero también implican la acción colectiva para reclamar el derecho a la salud en instancias gubernamentales: “Que uno por lo menos sepa que hay con quién hacer la vida” (participante A).

    41El aseguramiento de estos elementos materiales y relacionales permite leer expresiones positivas de salud mental en diversos sentidos: poder sufrir y hacerle frente al sufrimiento sin que este paralice la vida, poder aprender y reflexionar sobre el mundo, poder contemplar y disfrutar la belleza y diversidad de la vida, poder controlar la propia vida y crear las formas valoradas de vivir.

    3.2.1. Sufrir sin desaparecer2

    42Las experiencias de sufrimiento se expresan de manera profunda en el dfv; las pérdidas materiales y humanas, la vivencia de torturas y otras lesiones sobre el cuerpo, la desestructuración de los vínculos y los propios referentes identitarios, el sentimiento de pérdida de la autonomía y el control sobre la propia vida fueron las causas más comunes de sufrimiento y se expresan aún en emociones de tristeza, miedo, incertidumbre y desazón, así como en afectaciones somáticas: dolores de cabeza y espalda, y dificultades respiratorias que recogen los dolores de la violencia. A estos se suman los padecimientos provocados por las condiciones precarias de la vida cotidiana en la ruralidad: la no garantía plena de derechos mínimos como la salud, la educación, el trabajo, constituyen permanentemente fuentes de malestar y preocupación.

    43Estos padecimientos no representan sin embargo formas patológicas. Contrario a lo que la patologización del sufrimiento implicaría –una ruptura de los vínculos, la incapacidad para resolver la vida cotidiana, la paralización de la vida por el dolor–, las personas de la vereda enfrentan cotidianamente el sufrimiento que la violencia y la precarización de la vida han dejado en sus vidas. El contacto con la naturaleza, el trabajo y la vinculación en encuentros comunitarios de esparcimiento suelen ser los recursos más usados para hacer frente a las adversidades y continuar en la elaboración de los duelos por las acciones de violencia padecidas:

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    Aquí todo es esfuerzo, aquí la vida no es buena, aquí lo que hay es que trabajar pa’ buscarse la comida, por acá es muy duro […] uno porque se entretiene trabajando. El trabajo lo salva a uno de enloquecerse, uno se va pa’ la huerta y ahí se entretiene y deja tanta pensadera. Si uno se queda quieto, ahí sí es donde uno se enferma (Fotovoz, participante C).

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    El árbol es vida. Uno cuando esta triste va y abraza un árbol, ¿cierto? Uno como que ya siente otro ambiente. Cuando a mí me dan esos dolores de cabeza tan horribles, uno lo abraza y se le quita todo, es muy saludable, lo va a abrazar y como que siente una tranquilidad… Ellos son como pa’ mí como un alivio […] le ayudan a resolver a uno todas las tristezas (Fotovoz, participante E).

    44Esta capacidad para sobreponerse al dolor y continuar la vida es una expresión positiva de la salud mental. Contempla la posibilidad de adaptarse a los cambios que la violencia introduce, la creación de otras formas de vivir, la capacidad de sobreponerse a los límites materiales-económicos que vulneran la vida y de rehacer vínculos significativos con otros. En este sentido, la elaboración de duelos se muestra como un proceso de readaptación y reconfiguración de la vida en lugar de como una agrupación de síntomas psiquiátricos. Esto no significa solo la autogestión de las capacidades individuales, sino el acceso a recursos del contexto y la interpelación a redes de apoyo personal e institucional, bajo el entendimiento de que la salud mental es un proceso social y no meramente un logro de los individuos.

    3.2.2. Procesos de pensamiento

    45La capacidad de pensar el mundo, aprender sobre él y usar los saberes propios para hacer la vida cotidiana puede considerarse otra dimensión positiva de la salud mental. En el caso de La Honda, esta se expresaba fundamentalmente alrededor de dos ejes: por un lado, la construcción de saberes sobre el campo y sobre los derechos que tienen como ciudadanos que soportan las formas cotidianas de cuidado y la exigibilidad de derechos. El conocimiento es el recurso más importante que los participantes tienen para cuidar (se) y sanar. Asimismo, las memorias compartidas sobre la vida de antes potencian el reconocimiento de recursos culturales y conocimientos individuales para resolver los problemas que se presentan en la vida cotidiana.

    46Por otro lado, estos procesos de pensamiento se refieren a la capacidad de asumir una actitud reflexiva sobre el mundo, pensar sobre lo que ocurre a su alrededor, entender los procesos de la vida que los circundan: “Es que hay gente que vive así la vida como si nada le pasara al frente… Uno mira toda esta belleza y uno se da cuenta de que uno no es nada, que la vida sí es algo más grande que uno” (participante A). Esto supone la posibilidad de interrogarse sobre la vida y no vivirla “como un ente”, sin capacidad reflexiva. En esta perspectiva, la salud mental se relaciona también con la centralidad de creencias y valores relacionados con la justicia, la naturaleza y la vida rural.

    3.2.3. Estáticas: contemplar la belleza y diversidad del mundo

    47Para los participantes, un ambiente bello y limpio promueve un alma tranquila; la calidad ambiental –agua, aire y comida limpios; paisaje, silencio y privacidad– permiten cotidianamente la experiencia de tranquilidad y plenitud que se funda en la capacidad de contemplar y disfrutar la naturaleza. Dicha contemplación está ampliamente relacionada con procesos de restauración emocional –por ejemplo, la disminución del estrés que producen las preocupaciones económicas– y potencia relaciones de cuidado con la naturaleza, pues lo bello debe ser cuidado. Esta contemplación de la naturaleza les permite reconocerse en la belleza y diversidad de la vida, y reafirma la necesidad de cuidar del propio cuerpo, pues este es también el resultado de un poder trascendente que crea la vida –Dios, la naturaleza en su forma más abstracta–. Esta dimensión estética pone de relieve que la salud mental no debe evaluarse solo en términos de capacidad de producir o contribuir a la comunidad –tal como lo proponen algunas definiciones institucionales–, sino que conlleva también la posibilidad de disfrutar la vida y tomar tiempo para el ocio.

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    A mí me gustó la foto que puse allá por lo que es el paisaje, representando el paisaje, lo hermoso que es la vereda y los paisajes que tiene y las montañas; eso es lo que más me gusta a mí de la vereda… Y contemplar, contemplar el paisaje, y más los amaneceres y los atardeceres que son muy hermosos […]. Claro, un amanecer es hermoso cuando el sol viene hacia uno (Fotovoz, participante M).

    3.2.4. Agencia y potencia

    48La capacidad de acción y el control sobre la propia vida es otra expresión significativa de salud mental entre los participantes. Supone la posibilidad de hacer planes, tomar decisiones y generar cambios cuando hay situaciones que son problemáticas; poder crear alternativas para sortear las dificultades que la vida presenta e inventar (renovar) las formas de cuidar de sí y de otros. Conlleva la reflexión sobre sí mismo como ser capaz y la transformación de situaciones vitales para el logro de la vida que se valora como buena. “Le decía: ‘no dejemos acabar el restaurante, breguemos a ver si soy capaz de seguirlo’ […] si yo voy estar haciéndole frente a la vida, yo voy a estar allá, que yo voy a ser la que le ponga el hombro a todo” (participante J).

    49El reconocimiento de esta capacidad de agencia va acompañado de la disposición a una reflexión sobre sí mismos y su relación con los otros y su medio – quiénes son, cómo han cambiado, cómo han hecho para reconstruir sus vidas tras los daños que la violencia ha dejado–; esto es una reflexión sobre sus propias transformaciones subjetivas. Al mismo tiempo, conlleva constantemente una interpelación al otro sobre su propia posibilidad de implicarse en las acciones de cambio que son necesarias en la vereda; pues se concibe que si no hay un trabajo con el otro las propias acciones no tendrán ninguna resonancia.

    50Estas expresiones de salud mental son reconstruidas desde una concepción particular de la vida tranquila como una vida que debe realizarse en el campo. Para los participantes, la ruralidad deviene así condición de la reparación integral de los daños que el dfv ocasionó y de la reconstrucción de los modos de vida valorados. Las formas vinculares del campo, el acceso a los recursos naturales que ofrece, el trabajo de la tierra, los simbolismos del paisaje rural y el apego a sus fincas y casas entre bosques y montañas no son meramente el contexto de la salud mental, sino la red socioespacial que le da forma. El riesgo de perder nuevamente este universo convoca por eso las acciones conjuntas para denunciar nuevas vulneraciones y proteger y exigir la vida que valoran.

    4. Discusión y conclusiones: lo comunitario como soporte de salud mental

    51La reconfiguración de lo comunitario soporta la construcción positiva de salud mental de diferentes formas: primero, la organización comunitaria para la acción colectiva da lugar a una politización de lo comunitario cuando el mundo compartido se ve amenazado o quiere recuperarse; es la vía para interpelar al cuidado de la salud (mental) desde la exigibilidad de derechos y reclamación de acciones institucionales, lo que pone de relieve que la salud mental es más que un asunto de individuos y sus mundos internos. La potencia para las acciones colectivas y la implicación en procesos de participación está soportada sobre el desarrollo de vínculos afectivos con el territorio comunitario que permiten establecer relaciones de cooperación cuando se reconocen vulnerabilidades comunes y es preciso convivir para defender la vida allí: “Una comunidad política surge a partir de un sentimiento de falta y no de una voluntad de poder o dominación. Se decide convivir con otros para superar ese sentimiento de falta” (Han, 2016, pp. 90-91). Esta politización es la vía primaria para la reconstrucción de lo comunitario en un contexto donde las violencias han supuesto justamente una reducción de los espacios de poder.

    52Segundo, los espacios comunitarios informales han comenzado a dar lugar a una concepción compartida de la vida buena y de lo que debe ser un ambiente (físico y simbólico) que potencie la salud mental. Lo comunitario sucede más allá de la vinculación formal y la reclamación explícita de derechos, ocurre también en la cotidianidad de los encuentros y celebraciones vecinales que promueven el desarrollo de vínculos emocionalmente positivos y que devuelven reconocimiento y percepción de apoyo y cuidado. En este aspecto es importante el recurso al encuentro comunitario como fuente de reparación de la salud mental: juntarse y hacer fiesta, encontrarse en la quebrada, hacer jornadas de trabajo de la huerta o tejer juntos para “entretener” los dolores; lo comunitario entendido como mundo vincular deviene un escenario para sanar. Tal como lo propone Sennett (2012), la práctica del compromiso personal en la comunidad soporta los procesos de duelo, entendidos como reconfiguración de los vínculos y reconsideración de las formas en las que se desea vivir, por lo que reconocerse como seres necesitados de apoyo y capaces de ofrecer apoyo es clave para el restablecimiento de relaciones de cooperación en un mundo donde el capitalismo ha introducido la competencia y el individuo como valores centrales.

    53Tercero, la vinculación personal positiva con el campo, que se refleja en la identificación con las formas del ser campesino y el apego a la tierra, soporta la noción de la “gente de La Honda” como un mundo compartido al que pertenecen y en el que tienen influencia; la percepción de ser parte de conlleva la implicación en los asuntos que son competencia de todos y la capacidad para cambiar aspectos del entorno que resultan problemáticos (Vidal, Berroeta, Masso, Valera & Peró, 2013). El vínculo positivo con la vereda se acompaña de la intención de participar para definir planes a futuro y resolver problemas de todos; pero también supone un uso de las capacidades y saberes individuales para cuidar del otro cercano. El apego al propio pueblo, vecindario o a lugares particulares de la propia comunidad son motivaciones importantes para que la gente pase tiempo afuera en esos lugares, para conocer y hablar con los vecinos, para compartir preocupaciones sobre problemas locales e ideas para su solución, y para quedarse y luchar para preservar, proteger y mejorar la comunidad. Esos esfuerzos ocurren casi siempre en respuesta a alguna amenaza percibida a la salud, la seguridad, la propiedad o la calidad de vida, que pueden también romper los apegos al lugar que soportan el compromiso y la implicación en los procesos comunitarios (Mihaylov & Perkins, 2014).

    54Sin embargo, las potencias comunitarias no reemplazan la necesidad de acción institucional, especialmente en escenarios donde es la institucionalidad estatal la que debe avanzar en las medidas de reparación integral. Entregar a las comunidades esta tarea es suponer que la reparación de los daños ocasionados por la violencia armada ocurre en la vía de una autorreparación, cuando constituye ante todo una obligación estatal: “Las garantías legales no erosionan la capacidad de acción, crean más bien un marco en cuyo seno las personas pueden desarrollarla y ejercerla” (Nussbaum, 2008, p. 451). Más allá de rasgos positivos de las personas y de comunidades empoderadas, la salud mental se funda sobre condiciones de vida digna, y devolver la responsabilidad para lograrla a la autogestión exclusiva de los sujetos comunitarios redunda en la idea neoliberal de reducción de las obligaciones estatales y responsabilización del individuo en la consecución de su propio bienestar (Cabanas & Illouz, 2019).

    55La escasa respuesta institucional ha supuesto para muchos la precarización de las condiciones de vida y la necesidad de preocuparse por la protección de lo privado. En este sentido, reparar lo comunitario para potenciar la capacidad de conseguir una vida tranquila –hacer salud mental– supone también la tarea de rehacer lo público como posibilidad de construcción de salud mental. Esta reactivación de lo público supuso la organización comunitaria y el establecimiento de mecanismos de incidencia política en la toma de decisiones de la Administración local; el restablecimiento de una jac, la participación en mesas de víctimas, llamar a cabildo abierto y otras formas no institucionalizadas de presión social son claras muestras de la exigibilidad pública y politización de la comunidad. Igualmente, el sentido de lo público se reactualiza en la implicación de los actores institucionales para sentar bases materiales y la garantía mínima de derechos que han de sostener el camino del retorno. Tal como lo señala la Corte Constitucional (2014), la continuidad y sostenibilidad de los procesos de retorno implican, paralelamente, una continuidad de las garantías estatales frente a los derechos; de lo contrario, nuevas vulneraciones tienen lugar en los territorios de retorno.

    56Tanto la agencia de los actores comunitarios como la participación comprometida de la institucionalidad son cruciales para lograr procesos de acompañamiento al retorno que realmente permitan la reconstrucción de los vínculos socioespaciales como base para la construcción de salud mental. Asimismo, el reconocimiento de las dificultades socioeconómicas para rehacer la vida valorada en la vereda permite entender la salud mental como un proceso de base social que se desarrolla de manera desigual (Restrepo & Jaramillo, 2012). La salud mental no significa la ausencia de enfermedad o sufrimiento; más bien

    la salud puede ser pensada como la posibilidad de caer enfermo y de poder recuperarse […]. Entre las infidelidades y los riesgos que nuestro medio nos impone, debemos integrar nuestros fracasos cotidianos, nuestras tristezas y conflictos, esto es, ese espacio ambiguo al que llamamos salud mental (Caponi, 1997, p. 153).

    57La conceptualización de la salud mental debe entonces trascender perspectivas biomédicas o cognitivo-conductuales para integrar miradas socioeconómicas y afirmativas (Restrepo & Jaramillo, 2012). La salud mental

    es la libertad de la que gozan las personas para vivir de acuerdo con sus propios valores, fines y propósitos […] lo mental se define dialécticamente a partir de la estrecha relación entre los individuos y las estructuras socioeconómicas, el ambiente material y la vida cultural (Restrepo-Ochoa, 2015, p. 237).

    58Esta perspectiva de conceptualización supone que la mayor parte de los problemas de salud mental que requieren atención en situaciones de violencia tienen causas políticas y sociales, por lo que el trabajo psicosociológico para prevenirlos y acompañarlos debe ser también una actividad política y de cuidado (Rancheros, 2016). En este sentido, es clave el reconocimiento del sufrimiento humano como un proceso normal y resultado de la precarización de la vida, no solo de la falta de recursos individuales o de las comunidades: “Lo que no es normal es no poder ser cuidado, no poder recuperarse, no contar con espacios, silencios, apoyos, para sanar el dolor y seguir la vida […] es preciso negarse a admitir los infortunios como patologías” (Caponi, 1997, p. 300).

    59Es urgente integrar nociones psicosociales que permitan entender el proceso de retorno desde la cotidianidad de los actores comunitarios y como un ejercicio de reconfiguración de la sociabilidad y el vínculo con los lugares de vida como base para la construcción positiva de salud mental. La reconstrucción de un vínculo de pertenencia con los territorios de retorno es la base de la reconfiguración de identidad social, de los procesos comunitarios y de la adaptación activa a los contextos de restablecimiento. Abordar los procesos de retorno desde esta mirada es importante para retroalimentar una política pública de atención y reparación a víctimas que verdaderamente integre la justicia desde la perspectiva de las comunidades y trascienda el carácter de reparación administrativa o relocalización. Asimismo, permite reflexionar sobre las acciones de acompañamiento psicosocial dirigidas a la construcción de salud mental con las comunidades afectadas.

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    Notes de bas de page

    1 Es preciso tener en cuenta que en el momento del vaciamiento de la vereda (entre 1996 y 2000) no estaban consolidados los mecanismos institucionales de atención al desplazamiento en el orden municipal.

    2 Referencia a la expresión usada por Frutos (2010).

    Auteur

    Astrid Natalia Molina Jaramillo

    Magíster en Psicología y candidata a doctora en Salud Pública. Grupo de Investigación Psicología, Sociedad y Subjetividades (gipsys), Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, Medellín.. Enlace orcid: https://orcid.org/0000-0002-8960-9917.

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    1 Es preciso tener en cuenta que en el momento del vaciamiento de la vereda (entre 1996 y 2000) no estaban consolidados los mecanismos institucionales de atención al desplazamiento en el orden municipal.

    2 Referencia a la expresión usada por Frutos (2010).

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    Molina Jaramillo, Astrid Natalia. « Capítulo VII. Reparar lo comunitario. Sentido de comunidad y salud mental en un proceso de retorno ». Cátedra Unesco Derechos humanos y violencia: gobierno y gobernanza, édité par Marcela Gutiérrez Quevedo et Angela Marcela Olarte, Universidad externado de Colombia, 2020, https://doi.org/10.4000/books.uec.4700.

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    Gutiérrez Quevedo, M., & Olarte, A. M. (éds.). (2020). Cátedra Unesco Derechos humanos y violencia: gobierno y gobernanza (1‑). Universidad externado de Colombia. https://doi.org/10.4000/books.uec.4575
    Gutiérrez Quevedo, Marcela, et Angela Marcela Olarte, éd. Cátedra Unesco Derechos humanos y violencia: gobierno y gobernanza. Bogotá: Universidad externado de Colombia, 2020. https://doi.org/10.4000/books.uec.4575.
    Gutiérrez Quevedo, Marcela, et Angela Marcela Olarte, éditeurs. Cátedra Unesco Derechos humanos y violencia: gobierno y gobernanza. Universidad externado de Colombia, 2020, https://doi.org/10.4000/books.uec.4575.
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