URL originale : https://books.openedition.org/pufr/31177
Las limitaciones de la libertad de expresión del anarquismo español
A finales del siglo xix y principios del xx
p. 57-77
Résumé
Cette étude prétend analyser la répression et la censure imposées à la diffusion des idées anarchistes durant la dernière décennie du xixe siècle, suite aux actions terroristes. Les autorités de l’époque ont utilisé la suspension des garanties constitutionnelles et la déclaration d’état d’exception pour arrêter, torturer, juger et condamner les personnes suspectées d’être responsables des attentats, et pour limiter la liberté d’expression des groupes opposants au régime. Ainsi, des centres culturels ouvriers furent fermés, des journaux suspendus, et les stratégies de communication des anarchistes se sont déplacées par nécessité vers l’expression dans d’autres langues, d’autres pays, d’autres sphères idéologiques, etc. C’est ce que démontre le cas de Fernando Tarrida del Mármol, anarchiste arrêté pour l’attentat à la bombe de la procession du Corpus, et sa fuite vers l’exil, dont il n’est pas revenu, mais qui lui a permis de faire connaître dans presque toute l’Europe tous les événements s’étant produits après les attentats et leur répression. C’est un exemple d’évitement et de glissement de la censure imposée aux anarchistes en Espagne. Finalement, on traitera des autocensures que l’anarchiste espagnol José Martínez Ruiz, futur Azorín, s’est appliquées à lui-même au fil de sa vie. Il ne fait aucun doute que les contradictions entre les circonstances dans lesquelles il évolua et ses aspirations personnelles ont provoqué chez lui des changements d’orientation idéologique et politique, qu’on ne peut expliquer autrement que par la décision, plus ou moins justifiée, de l’auteur de La Voluntad.
Texte intégral
1 Durante los años finales del siglo xix, el anarquismo internacional comenzó una campaña de atentados terroristas que se extendió por toda Europa. La nueva estrategia anarquista de la « propaganda por el hecho » promovía las acciones violentas contra los líderes políticos, las « clases burguesas » y las instituciones tradicionales : el Estado, la Iglesia y el Ejército. Reyes, presidentes de república, primeros ministros, ministros, empresarios, militares, propietarios, etc., fueron asesinados en nombre de la anarquía más « justiciera y redentorista », que aun no siendo la tendencia mayoritaria en el movimiento anarquista, sí era la que más ayudaba a difundir la ideología ácrata con la pretensión de despertar al pueblo dormido y de concienciarle para hacer la revolución social.
2Ahora bien, la propaganda por el hecho fracasó al no conseguir el objetivo perseguido. Pese a llenar las primeras páginas de los periódicos con sus acciones terroristas y mostrar la cara sangrienta del anarquismo, la mayoría de los anarquistas continuaron sus actividades sindicales, culturales y propagandísticas por vías pacíficas. Mucho más lejanas de las prácticas violentas quedaron las clases populares. En la cúspide de la jerarquía socioeconómica, las clases propietarias y las élites políticas siguieron experimentando el mismo miedo e inseguridad que habían conocido con demostraciones de poder de los internacionalistas en la Comuna de París o en las insurrecciones populares de la Primera República española. Incluso la sensación de terror aumentó con las nuevas tácticas violentas del anarquismo. De todo esto deriva la fuerte represión ejercida sobre el movimiento anarquista, que no se limitó a destruir solamente los grupos violentos, sino que se extendió sobre los sindicatos, ateneos libertarios, publicaciones y toda persona sospechosa de tener ideas contrarias al poder político, social y económico.
3En este trabajo se trata de analizar la represión-censura que se impuso a la difusión de ideas anarquistas, en el marco de las circunstancias que crearon las manifestaciones del terrorismo. Para ello es necesario explicar, primeramente, lo sucedido en torno al movimiento anarquista español y su relación con el sistema político de la Restauración, que condujo a una continua guerra de acciones y reacciones, que tuvieron gran eco en la opinión pública : primeros 1o de mayo, insurrección de Jerez, atentado de Paulino Pallás contra Martínez Campos, bombas en el teatro del Liceo, atentado contra la procesión del Corpus en la calle de Cambios Nuevos, proceso de Montjuich y cada una de las reacciones de fuerza policial, normativa y judicial promovidas desde el Estado.
4Esta dialéctica entre poder y oposición anarquista, en la que a veces se incluía a los republicanos y librepensadores, generó daños colaterales, especialmente mediante las limitaciones de la libertad de expresión derivadas de la suspensión de las garantías constitucionales y de la declaración de estado de excepción. Así se cerraron centros culturales obreros, se clausuraron periódicos y se desplazaron las estrategias comunicativas de los anarquistas, provocando la necesidad de expresarse en otros idiomas, en otros países, en otras esferas ideológicas, etc. A mostrar este elenco de prácticas de censura y su elusión se dedica el tercer epígrafe de este texto.
5En el apartado cuarto se profundiza en el caso específico del anarquista Fernando Tarrida del Mármol, anarquista detenido a raíz de la bomba de la procesión del Corpus. Su huida hacia el exilio, del que no volvió, permitió dar a conocer todo lo ocurrido en torno a los atentados y su represión por casi toda Europa. Este es un ejemplo de elusión y deslizamiento de la censura impuesta a los anarquistas en España.
6Y, finalmente, en el punto quinto se trata de las autocensuras, enmascaramientos y elusiones que el entonces anarquista José Martínez Ruiz, futuro Azorín, se fue aplicando a lo largo de su trayectoria vital. Sin duda, las contradicciones entre las circunstancias que le rodearon y las aspiraciones personales le provocaron cambios de orientación ideológica y política, que no se explican sino por la decisión, más o menos justificada, del autor de La Voluntad.
Terrorismo anarquista y represión
7Desde la desaparición de la Federación de Trabajadores de la Región Española en 1888 y su sustitución por una Organización Anarquista de la Región Española con características ideológicas, organizativas y estratégicas completamente distintas, el anarquismo español disminuyó ostensiblemente el número de sus seguidores, que se organizaron en pequeños grupos de afinidad, sin apenas coordinación entre ellos, con orientaciones ideológicas muy radicalizadas en cuanto a objetivos y tácticas1. Esta radicalización coincidió con las primeras celebraciones de los 1o de mayo, en los que los trabajadores depositaron grandes expectativas. El rechazo de las reivindicaciones, en buena parte maximalistas (limitación de la jornada, regulación de las condiciones de trabajo, reformas sociales, etc.), la represión policial de las manifestaciones y reuniones obreras y la reacción violenta de grupos anarquistas que colocaron bombas en edificios y lugares con gran simbolismo para los estratos sociales conservadores, provocaron un encadenamiento de acciones terroristas (atentados personales y bombas) y reacciones policiales, normativas y judiciales de carácter represivo muy violentas2 durante casi toda la década de 1890.
8En España, el círculo cerrado de la violencia anarquista y gubernamental comenzó en la Primera República con las insurrecciones cantonalistas que mezclaron aspiraciones federales y anarquistas. El gobierno republicano tuvo que restablecer el orden con la ayuda del ejército en algunas localidades (Alcoy, Motril, Cádiz, etc.), encarcelando a numerosos sublevados e imponiendo los jueces fuertes condenas (Lida, 1972). A continuación, la nueva doctrina anarquista de la « propaganda por la acción » llegó a España bajo la forma de dos atentados contra el nuevo rey Alfonso XII a finales de los años 1870, obra individualizada de dos anarquistas, que resultaron fracasados. Unos años después, hacia 1882 y 1883, el crecimiento de la Federación de Trabajadores de la Región Española y el malestar de los campesinos por las malas cosechas y hambrunas consiguientes, crearon un ambiente preinsurreccional, que fue erradicado con una persecución policial contra jornaleros y dirigentes, acusados de haber creado una organización secreta llamada Mano Negra con fines criminales. Las cárceles de la Baja Andalucía se llenaron de centenares de condenados. Esta injusta situación, vivida por los afiliados a la moderada organización anarquista, propició la casi completa pérdida de afiliados y la división interna. Los grupos más radicales y violentos, llamados anarco-comunistas, se hicieron con el control de los congresos y disolvieron la organización para crear otra distinta en 1888, la Organización Anarquista de la Región Española, más acorde con los nuevos planteamientos doctrinales y sus objetivos tácticos. Aunque el grupo anarcocomunista puso en práctica la acción violenta poniendo una bomba en 1886, fue a partir de 1888 cuando se pudo observar un cambio de tendencia en las estrategias anarquistas, vinculadas a las movilizaciones de los obreros y la declaración de huelgas generales, sobre todo para los 1o de mayo, que no fueron seguidas de manera masiva por los trabajadores. En contrapartida, los anarco-sindicalistas más radicales, de orientación comunista, comenzaron a detonar explosivos en los edificios representativos de la patronal, de la iglesia y del gobierno. Las detenciones indiscriminadas no se hacían esperar. Pero, lo que realmente desencadenó la serie de atentados y represiones de finales de siglo fue la sublevación de Jerez de 1892 (Castro Alfin, 1986), que se saldó con cientos de detenidos, varios torturados y algunos condenados a muerte.
9Por la represión en Jerez y en Andalucía Occidental, entre otras razones, atentó Paulino Pallás contra Martínez Campos en la Gran Vía de Barcelona en septiembre de 1893. Fue detenido y ejecutado unos días después. Un amigo suyo, Santiago Salvador, le vengó lanzando dos bombas Orsini al patio de butacas del Liceo, mientras se representaba la ópera Guillermo Tell, que asesinaron a algunos de los asistentes. Por entonces, la policía había comenzado redadas de anarquistas, que continuaron para tratar de descubrir y detener al causante de la matanza del Liceo. Como Salvador estaba huido y la policía no encontraba a un culpable comenzó a torturar a los dirigentes obreros detenidos, obteniendo declaraciones e inculpaciones falsas. Ya iniciada esta etapa, se detuvo a Salvador, que se declaró único culpable del atentado, pero los policías encargados de la investigación incriminaron a muchos de los detenidos en un complot, más imaginario que real. Al final se sentenció a muerte a varias personas. Mientras tanto toda actividad anarquista quedó paralizada. Una nueva venganza de los hechos ocurridos en las cárceles y Consejos de Guerra de Barcelona, tuvo lugar dos años más tarde, cuando alguien lanzó, en junio de 1896, una bomba contra la procesión del Corpus por la que también murieron muchos inocentes (Álvarez Junco, 1987). La actuación de la policía fue similar a la del atentado del Liceo, provocando las mismas consecuencias de terror, delación e injusticia. Como efecto de este caso hubo un intento frustrado de asesinato del teniente de policía que dirigió las torturas y el asesinato final del presidente de gobierno español, Antonio Cánovas del Castillo, por un anarquista venido de Italia para realizar este plan de venganza por haber dictado Cánovas las leyes contra el anarquismo y haber firmado la condena de muchos inocentes.
Fig. 1 – Acciones violentas y atentados anarquistas. [Fuentes y elaboración propias]

10Como sostienen las extendidas justificaciones de la represión del terrorismo anarquista en todos los periódicos (Beltrán Dengra, 2010), las opiniones de los mismos círculos obreros y algunas opiniones de jueces y representantes gubernamentales, las acciones violentas y los atentados sirvieron para eliminar, de manera preventiva, las amenazas de revolución y sublevaciones sociales y las proyectadas huelgas reivindicativas o generales. Infundieron temor en los trabajadores, que se separaron de las organizaciones obreras, disminuyendo la masa crítica de afiliados al anarquismo, socialismo y republicanismo. Y por efecto de las detenciones y cierres de centros y periódicos de orientación obrerista, a partir de las suspensiones de garantías constitucionales o estados de excepción, las fuerzas represivas del Estado descabezaron el movimiento obrero e impidieron la propagación de las ideas (González Calleja, 20003).
11La suspensión de garantías constitucionales suponía el primer nivel de la actuación normativa contra los atentados anarquistas. La ciudad de Barcelona y su provincia se vieron afectadas por esta medida desde el 9 de noviembre de 1893 hasta el 31 de diciembre de 1894, y posteriormente, desde el 8 de junio de 1896 al 17 de diciembre de 1897. Según González Calleja, entre 1875 y 1931, en Cataluña « 7.538 días transcurrieron sin garantías constitucionales (36,3 por ciento del total de tiempo de vida del régimen monárquico), 2.127 de los cuáles (10,3 por ciento) correspondían en solitario a la ciudad de Barcelona.4 »
12La suspensión de garantías constitucionales significaba la aplicación del artículo 17 de la Constitución de 1876, por el que se suprimían temporalmente los artículos 4, 5, 6, 9 y los apartados 1, 2 y 3 del artículo 13. En definitiva desaparecía el « habeas corpus », se podía detener sin mandato judicial, se podían registrar los domicilios de los sospechosos sin permiso judicial y se suprimía la libertad de expresión, de reunión y de asociación5.
13A continuación, las autoridades, a falta de una normativa previa contra atentados con bombas, desempolvaron una Real Orden sobre materias explosivas (Gaceta de Madrid, 10 de noviembre de 1893 y El País, Madrid, 11 de noviembre de 1893) al objeto de impedir los atentados con bombas. Se relacionaban sus instrucciones con los artículos 582 y 584.4 del Código Civil, que consideraban delincuentes a aquellos que mediante la imprenta, el grabado, etc., incitaran o hicieran apología de algunos delitos, entre los que se encontraban los partidarios de ideas extremas y de acciones violentas. En circular reservada, el Ministro de Gobernación instó a los gobernadores civiles a que confeccionaran listas que dieran « a conocer al Gobierno las personas que profesan, o al menos defienden públicamente, las ideas anarquistas, y permitan apreciar la extensión del mal en cada comarca, facilitando la vigilancia o en su caso la corrección » (Archivo Histórico Nacional, Archivo del Ministerio Gobernación, legajo 2, expediente 17).
14Para esta misión, los gobernadores civiles podían valerse de los informes de la Guardia Civil, de los alcaldes, de las listas de asociados de las organizaciones obreras, etc., incluyendo en los listados de sospechosos no sólo a los anarquistas de acción sino también a cualquier otra persona convencida de su ideal. El ministro anunciaba el destino de los anarquistas en los años venideros :
[…] ante la indignación general producida contra los anarquistas sin distinción, éstos, ya sean propagandistas de insensatas doctrinas o instrumentos de destrucción, como consecuencia de la persecución que van a ser objeto, procurarán sustraerse a la acción vigilante de las autoridades y cada vez será más difícil distinguirlos de otros elementos.
Archivo Historico Nacional, Archivo de Gobernación, legajo 44, expediente 18 «Orden público a finales del siglo xix»
15Y una vez tomada esta medida de urgencia para subsanar la laguna en la legislación española se aprobaron dos leyes antiterroristas. La primera fue promulgada el 11 de julio de 1894 (Gaceta de Madrid, 11 de julio de 1894), por la que se condenaba a diversas penas – que iban desde la cadena perpetua a otras menores – a todo aquel que utilizara contra personas o cosas, colocara, fabricara, tuviera, etc., sustancias explosivas. También se castigaba la apología de delitos, tanto en personas como en asociaciones, que serían declaradas disueltas. La segunda ley antiterrorista entró en vigor el 2 de septiembre de 1896 (Gaceta de Madrid, 7 de diciembre de 1896, corregida).
16Si la ley anterior era de represión, esta última hace hincapié en la prevención del anarquismo, endureciendo las penas y sometiendo los delitos en ella tipificados a la jurisdicción militar. Es destacable el artículo 4 por lo que afecta a la limitación de difusión ideológica : « El gobierno podrá suprimir los periódicos y centros anarquistas y cerrar los establecimientos y lugares de recreo donde los anarquistas se reúnan habitualmente para concertar sus planes y verificar su propaganda. » A esto se sumaba la capacidad del gobierno para exilar forzosamente a todo individuo que propagase ideas anarquistas o que estuviese afiliado a alguna asociación de tales fines, lo que explica el deslizamiento de los escritores anarquistas a los periódicos republicanos y progresistas. El ciclo de represión física e ideológica continuó después del asesinato de Cánovas a manos de Michele Angiolillo, con la reiteración de las prácticas ya mencionadas desde principios de la década de los noventa, llegando a prorrogarse la ley hasta casi todo el año 19006.
Daños colaterales : la censura de las ideas
17La represión del movimiento anarquista se manifestó en numerosas detenciones, cierres de centros obreros y ateneos populares, prohibición de reuniones, mítines, periódicos, revistas, etc. Los periódicos y revistas anarquistas vieron su número reducido de manera considerable y, por tanto, la posibilidad de explicar a la opinión pública lo que estaba sucediendo.
18Coincidiendo con los primeros y más importantes atentados de 1893, y con las detenciones de Paulino Pallás y Santiago Salvador, dejaron de publicarse los grandes periódicos anarquistas de la época, que se mantenían desde 1890, como por ejemplo La Tramontana, El Productor y La Anarquía. Siguió publicándose El Corsario de la Coruña, pero con varias y repetidas suspensiones. Los periódicos y revistas que se publicaron después de 1893 tuvieron una vida muy corta, y, a excepción, del madrileño La Idea Libre, que sobrevivió por su carácter « sociológico », desaparecieron fruto de la falta de recursos o de las intervenciones de la policía.
19En la gráfica siguiente se observa el número anual de periódicos-revistas anarquistas legales desde 1888 a 1898. En los primeros cinco años de la década, la media es de 11 publicaciones, mientras que en el segundo lustro la media solamente alcanza 4,6 periódicos anuales.
Fig. 2 – Evolución del número de publicaciones periódicas. [Fuentes y elaboración propias]

20La labor editorial realizada por los anarquistas en estos años es muy destacable. Vieron la luz cuarenta y cinco títulos, aunque la mayor parte de ellos tuvo una vida efímera. Como se ha dicho, los grandes periódicos anarquistas, consolidados por su larga duración y por el gran número de sus lectores desaparecieron entre 1891 y 1893. Son los casos de La Tramontana de Barcelona, dirigida por Joseph Llunas desde 1881 a 1893 ; El Productor de Barcelona, desde 1887 a 1893 ; El Socialismo de Cádiz, dirigido por Fermín Salvochea entre 1886 y 1891 ; La Anarquía, dirigido en Madrid por Ernesto Álvarez entre 1890 y 1893, y que continuó bajo el nombre de La Idea Libre hasta 1899, aunque con una orientación « sociológica » alejada de la acción política anarquista ; también sobrevivió El Corsario de La Coruña desde 1890 a 1896, pero con algunas interrupciones. Más tarde en 1898, Juan Montseny creó en Madrid la importante Revista Blanca, que fue el principal referente ideológico anarquista entre el año de pérdida de Cuba y 1905.
21La prensa periódica del anarquismo, que era mucho más numerosa que la del socialismo, padecía la enfermedad de la escasa duración. No obstante, el anarquismo siempre tuvo algunos periódicos de gran duración y estabilidad, que fueron el principal instrumento para la continuidad de la información y comunicación entre los anarquistas. Pues bien, estos periódicos prácticamente desaparecieron en los años intermedios de la década final del siglo xix a causa de los cierres de sus locales y del encarcelamiento de los hombre que los ponían en la calle : tipógrafos y colaboradores, fijos y eventuales. Sólo La Idea Libre, Ciencia Social y El Corsario lograron pasar la represión de 1893- 1894. El segundo momento de represión, entre 1896 y 1897, impidió el resurgir de la actividad periodística de los anarquistas, que sólo fue superado por La Idea Libre. La policía encargada de la represión del anarquismo indagaba la situación legal de los periódicos, de los locales donde se imprimían y de las personas responsables de los mismos. A partir de las informaciones recabadas, se dictaban órdenes de cierre de los locales, incautación de materiales y detención de los directores, articulistas, etc., alegando cualquier motivo que infringiera las normativas vigentes del antiterrorismo anarquista.
Un caso de elusión de la censura : Fernando Tarrida del Mármol
22El ciclo de acción-reacción-acción en el que se sumieron los sectores violentos del anarquismo y el gobierno tuvo su momento álgido en la represión del atentado contra la procesión del Corpus a principios de junio de 1896. Una bomba lanzada desde una azotea de la calle de Cambios Nuevos ocasionó una docena de muertos y bastantes heridos. La policía no pudo detener al terrorista en el momento del atentado, por lo que comenzó una serie de indiscriminados arrestos para hacer las averiguaciones destinadas a descubrir al causante de la tragedia. Como en ocasiones anteriores, se suspendieron las garantías constitucionales y se aplicaron las normas antiterroristas. La policía encargada del caso hizo más de cuatrocientos detenidos, que fueron encarcelados en las cárceles de Barcelona y en el castillo de Montjuich. Entre ellos se encontraban, además de muchos obreros, librepensadores, maestros laicos, republicanos, periodistas, es decir, los considerados sospechosos de realizar actividades contra las instituciones oficiales y tradicionales. La deriva que siguió la investigación refleja una gran represión y censura de las ideas progresistas.
23Para obtener información, la policía torturó a bastantes detenidos. Las noticias de las brutalidades se fueron conociendo poco a poco. De manera esporádica, algunos periódicos y revistas, vinculados con el republicanismo (El País, El Nuevo Régimen, La Justicia), publicaron algunas cartas denunciando las torturas, pero los primeros y más exhaustivos relatos fueron divulgados allende nuestras fronteras. Así lo hizo uno de los detenidos, Fernando Tarrida del Mármol (La Habana, 1861), ingeniero y profesor de la Academia Politécnica y de la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, que se había vinculado muy joven al anarquismo, llegando a elaborar una singular teoría del anarquismo « sin adjetivos ». Gracias a sus relaciones, consiguió eludir un largo periodo de prisión y el enjuiciamiento posterior. Nada más salir de la prisión se marchó a París, desde donde inició una campaña europea para denunciar las torturas e injusticias en Montjuich, que le llevó por varios países, fijando finalmente su residencia en Londres, en donde vivió hasta su muerte en 1915. Debido a la traslación y movilidad geográfica que Tarrida tuvo que experimentar, se puede observar un fenómeno de elusión de la represión y de la censura ideológica.
24Al poco de llegar a París, Tarrida publicó el libro Les Inquisiteurs d’Espagne. Montjuich, Cuba, Philippines (Tarrida Del Marmol, 1897), con prefacio de Charles Malato, uno de los anarquistas más significativos del panorama francés e internacional de finales de siglo. En él se relata de manera pormenorizada todo el ciclo terrorista y represivo, desde la sublevación de Jerez en 1892 hasta la fecha de finalización del libro (25 de enero de 1897), incidiendo en las causas y desarrollos de las acciones anarquistas, la represión posterior, los detalles de las torturas, y el rumbo seguido por el autor después de la salida de la cárcel. Este texto fue uno de los primeros documentos que divulgaron las atrocidades y barbaries de la policía española. Su temprano conocimiento requirió el desplazamiento de lugar de Fernando Tarrida y el uso de una lengua distinta en la expresión. De haber editado en España algo semejante, hubiera sido detenido de inmediato, pues las leyes antiterroristas de 1894 y 1896 contenían una tipificación muy amplia y diversa del delito de apología del terrorismo, en el que se incluía toda propaganda anarquista, fuese de carácter violento o pacífico.
25Mucho más tarde, en la historiografía franquista, se han tratado de negar las consecuencias que tuvieron los procesos de Montjuich. Eduardo Comín Colomer consideraba que los grupos izquierdistas urdieron una leyenda para oscurecer y tergiversar la realidad :
[…] La obra cumbre de todas aquellas mendicidades tuvo como pedestal el libro Les Inquisiteurs d’Espagne, de Fernando Tarrida del Mármol, ácrata español refugiado en Francia donde publicó la obra, acogida entusiásticamente en el extranjero.
Comín Colomer, 1959, p. 53
26Comín Colomer se equivocaba al considerar las prácticas policiales españolas una leyenda contraria a la verdad inventada por los anarquistas para desprestigiar las instituciones españolas, pero sí era cierto que la literatura de denuncia de las torturas y la apología del terrorismo había comenzado con anterioridad, aunque no tuvo trascendencia internacional hasta 1897. El inicio fue la publicación del folleto de Ricardo Mella, Los sucesos de Jerez (Barcelona, 1893). Poco después se editó un segundo folleto titulado Consideraciones sobre el hecho y la muerte de Pallás (La Coruña, Imprenta La Gutenberg, 1893), justificando el atentado contra el general Martínez Campo y loando a su autor. Aunque no llevaba firma, y posiblemente la imprenta y el lugar de edición eran falsos, se sabe que fue escrito por Juan Montseny, puesto que era éste el que se hacía responsable de la distribución, señalando que la recaudación sería para la viuda de Paulino Pallás. Dos años después, el mismo Juan Montseny dio a conocer la represión en los círculos obreros de Barcelona y las torturas que recibieron los presos acusados de los atentados de la Gran Vía y el Liceo. Con el título El proceso de un gran crimen (La Coruña, 1895), Montseny publicó un texto donde se recogían los testimonios de los torturados. Se trataba de breves textos clandestinos, propagados solamente en los ambientes anarquistas y obreros.
27Estos folletos fueron referencia fundamental para modelar la estructura de Les Inquisiteurs d’Espagne, pero también influyeron sobre otras obras que perseguían el mismo objetivo. Ricardo Mella y José Prat escribieron La barbarie gubernamental en España (Brooklyn, Biblioteca El Despertar, 1897). También Max Nettlau, un reconocido intelectual anarquista, publicó Revival of the Inquisition. Spanish Atrocities (Londres, 1897) en nombre de un Spanish Atrocities Commitee : Montjuich.
28El tema dio posteriormente más de sí. En España, las peticiones para la revisión del proceso dieron lugar a la atención de los diarios y semanarios, especialmente los republicanos. Lerroux llegó a crear Progreso (Madrid, 1899-1902) con la intención de procurar a los anarquistas un medio de protesta contra el gobierno. Y algunos de los implicados escribieron libros recordando lo pasado. Un ejemplo es el de Pedro Corominas, un periodista republicano detenido durante seis meses en Montjuich, que escribió una especie de narración novelada con el título Las prisiones imaginarias (Madrid, 1900 ; primera edición en catalán, 1898), donde reflejó su experiencia sentimental en la cárcel y el exilio que siguió. Otro ejemplo fue el de Ramón Sempau, que editó Los victimarios (Barcelona, Manent, 1901, segunda edición), donde repasa, también de manera novelada, y con gran documentación adjunta en el anexo « El proceso de Montjuich », los terribles sucesos de la segunda mitad del año 1896 en Barcelona.
29En el extranjero, el proceso de Montjuich también tuvo gran repercusión (Abello Güell, 1987a y b ; 1992a y b). Como hemos dicho antes, desde París, Tarrida trabajó incansablemente en la campaña internacional contra los crímenes del gobierno español. Contando con la ayuda que le proporcionó el anarquista francés Charles Malato, escribió en L’Intransigeant de Rochefort y en la Revue Blanche de los hermanos Natanson. Buen número de mítines por Francia, Bélgica y Holanda dieron a conocer detalles de lo sucedido, haciendo responsables de las atrocidades a Cánovas del Castillo, al Ejército y a la Iglesia. Además, como se puede ver en Les Inquisiteurs, Tarrida relacionaba la represión en Barcelona con la represión de los insurgentes en Cuba y Filipinas, lo que tuvo gran influencia en la creación de una opinión pública en Gran Bretaña y Estados Unidos que consideraba a los españoles bárbaros e incivilizados. Perseguido en el continente, Tarrida viajó a Londres, desde donde impulsó – también con ayuda de intelectuales anarquistas como Nettlau, Kropotkin, Rocker, etc. – el Comité de las Atrocidades Españolas para dar a conocer con precisión lo ocurrido en el Castillo de Montjuich y el proceso a los detenidos por el atentado de la procesión del Corpus, al objeto de reclamar la revisión del proceso y la anulación de sus consecuencias.
Un caso de cambios ideológicos y autocensuras : José Martínez Ruiz
30El caso de José Martínez Ruiz, posteriormente mucho más conocido por su seudónimo Azorín, merece ser traído a colación para observar sus juegos con la censura a lo largo de toda su vida7. El joven Martínez Ruiz simpatizó con las ideas radicales. Los investigadores de su trayectoria política y literaria están de acuerdo en aceptar su adhesión a las ideas anarquistas, demostrada en muchos de los textos y artículos que escribió entre aproximadamente 1889 y 1902. Fue, en realidad, un anarquista intelectual o literario, en el marco de un fragmentado anarquismo finisecular, que admitía en sus filas múltiples manifestaciones de la acción, y que se insertaba de manera familiar en la tradición republicana, especialmente la federal. Desde 1897, el joven periodista anarquista declaró su afinidad con Francisco Pi y Margall y su Partido Republicano Federal, a los que dispensaba una gran consideración y alta estima. Así, Martínez Ruiz convivió con el anarquismo y el republicanismo durante los años de entresiglos.
31La crisis ideológica de 1898 y las propuestas regeneracionistas le captaron para el objetivo de modernizar y europeizar España. Pero su evolución política se orientó, paradójicamente con la etapa anterior, hacia el conservadurismo representado en Antonio Maura, del que fue fiel defensor durante casi toda la década8, lo que le proporcionó el acta de diputado y algún alto cargo en la Administración Pública. Sin embargo, hacia 1909, en el justo punto de inflexión del poder de Maura, se vincula a otro líder del Partido Conservador, Juan de la Cierva, para el que trabajó como diputado e ideólogo9. La crisis de la Restauración le hace abandonar la política activa, reintegrándose de pleno al periodismo y la literatura, sin que ello suponga el abandono o la renuncia a la observación de la escena pública y a una futura participación.
32Durante la Dictadura de Primo de Rivera, ya alcanzado el pleno éxito literario, se aisló de la actividad política, refugiándose en los experimentos literarios, al mismo tiempo que manifestaba algunas críticas hacia la nueva situación en el periódico La Prensa de Buenos Aires. Estas posiciones ambiguamente críticas le sitúan bien en la parrilla de salida de la Segunda República, máxime siendo miembro de la orteguiana Agrupación al Servicio de la República, y aspirando a una nueva elección como diputado en la candidatura republicano-socialista. No obstante, la operación fracasó en el último momento por las denuncias de los militantes socialistas de Alicante, conocedores de su pasado conservador. Azorín se mantuvo al margen de los grandes conflictos y las muchas disputas en los años treinta, aunque se mostró suavemente favorable al nuevo régimen. Luego vino el exilio voluntario y el silencio. Pero una vez terminada la Guerra Civil, se vio obligado a regresar, solicitando al poder establecido el carnet de periodista, obligatorio para ejercer la profesión que le permitía obtener los ingresos necesarios para vivir. Por ello fue obligado a escribir editoriales de la prensa del Movimiento durante años bajo las « consignas » dadas a los autores, y convertido en un modelo oficial de integración para otros exiliados de profesiones liberales e intelectuales.
33Esta larga trayectoria, repleta de cambios ideológicos que pasan del anarquismo al franquismo, haciendo paradas en el republicanismo federal, el conservadurismo (Maura y La Cierva) y el republicanismo sin calificativo de la Segunda República, esconde actitudes comunicativas como el enmascaramiento de la autoría de las publicaciones (época anarquista-federal), el uso de contenidos simbólico-alegóricos (en la dictadura de Primo de Rivera) y la misma autocensura (dictaduras de Primo de Rivera y Franco) con el objetivo de adaptarse o escapar de las estructuras socio-políticas para satisfacer así los intereses propios que fueron determinantes de los cambios ideológicos mencionados. En todo ello, los criterios de nacesidad y/o de oportunidad fueron decisivos.
34El radicalismo anarquista y federal del joven Martínez Ruiz se expresa a través de falsos nombres que facilitan su anonimato en la opinión pública y previenen del ataque personal que podía recibir, bien de la autoridad, bien de sus enemigos ideológicos y políticos. Esto es lo que ocurre en los años noventa porque la mayoría de sus artículos y libros están firmados por Fray José, Juan de Lis, Ahrimán, Cándido, Weeper, Charivari, Don Abbondio, Este, etc. Bajo ellos se esconde un joven que rechaza toda su educación de la infancia y adolescencia en el Colegio de los Escolapios de Yecla, donde predominaba la autoridad, el orden y la religión. La lectura de estos textos con seudónimo es la proclamación de la libertad individual contra todo tipo de imposiciones y las instituciones que las materializan : Estado, Iglesia, Ejército, propiedad, matrimonio, etc. Los temas inciden en la explotación económica de los trabajadores, la opresión social, la falta de libertad de expresión, las falsedades de la política, la situación denigrante de la mujer y los menores o el poder de los clérigos. Los artículos publicados en El Pueblo, La Idea Libre, El País, El Progreso y otras muchas revistas, confirman estas posiciones ideológicas (Inman Fox, 1965 ; Riopérez y Milá, 1993 ; Valverde, 1992). El enmascaramiento es aquí una forma de autoafirmación de un pensamiento propio, por tanto no alienado, frente a la autoridad familiar, las estructuras de poder en los ambientes periodísticos y literarios, etc.
35Al mismo tiempo, se protege de los criticados. Cuando escribió Charivari, un libelo contra el mundo del periodismo finisecular que se publicó bajo el nombre de Ahrimán, la edición fue secuestrada por la policía ya que se inferían opiniones contra personas que podían provocar reacciones violentas. Pero, sorprendentemente, y para desgracia del joven periodista, algunos ejemplares fueron dados a conocer. Azorín fue avisado, por lo que hizo rápidamente las maletas y se dirigió a su Monóvar natal para esperar el fin del temporal que se acercaba. Este hecho le desplazó ideológicamente desde el anarquismo hacia el republicanismo federal, con más y más moderados seguidores y periódicos, que por su tradición ya poseían un espacio en la opinión pública.
36En los primeros años del siglo xx, la observación de la realidad, algunas lecturas de moda y las características psicológicas de nuestro autor le condujeron al conservadurismo. Este era el lugar natural donde el joven Martínez Ruiz se transformó en Azorín, al objeto de realizar su segundo sueño : triunfar en las letras españolas, aun a costa de renunciar al juvenil ideal libertario y federal. Si el cambio del anarquismo al federalismo no presentaba una incongruencia total, el nuevo giro sí suponía la paradoja completa. La crítica de sus antiguos compañeros de armas políticas recuerda el transformismo del de Monóvar. Una especie de autocensura se apropió del espíritu de Martínez Ruiz para satisfacer intereses personales : voluntad de poder, éxito literario, aumento de renta, posición social, reconocimiento público, etc. En esta línea continuó hasta 1923.
37Durante la Dictadura de Primo de Rivera, se estableció la censura previa por Real Decreto de 15 de septiembre de 1923, suspendiendo el artículo 13 de la Constitución de 1876 que reconocía varios derechos a los españoles, entre ellos el de « emitir libremente sus ideas y opiniones, ya de palabra, ya por escrito, valiéndose de la imprenta o de otro procedimiento semejante, sin sujeción a la censura previa. » Se creó la Oficina de Información y Censura mientras los gobernadores militares recibían órdenes de permitir solamente opiniones que no alentaran a la resistencia, ni fueran de agravio para personas, mucho menos si eran autoridades. Por ello se desterró a Miguel de Unamuno, provocando una oleada de protestas por toda Europa. Igualmente se suspendió y cerró la revista España, que entonces dirigía Manuel Azaña.
38Como Azorín dependía de los ingresos de periodista en ABC, periódico que se había mostrado partidario del nuevo régimen, sólo tuvo dos opciones : convivir con el régimen, que fue lo que hizo, u oponerse, lo que no entró en sus planes porque ello implicaba su salida del periódico. Sin embargo, las llamadas a la colaboración, incluso del propio dictador, fueron rechazadas, refugiándose en la literatura de creación y vanguardista. Lo paradójico es que mientras él mismo se censuraba en el diario ABC, protestaba contra la censura oficial en La Prensa de Buenos Aires, periódico del que era colaborador. Incluso, en esta fase de acercamiento al teatro por considerarlo espectáculo, campo de acción y mejor sustituto de la vida parlamentaria, escribió una obra, Judit, en la que se aprecia toda una simbología crítica de la dictadura (Ferrándiz Lozano, 200110).
39El interés por la política como asunto periodístico renació en Azorín con la desaparición de la censura durante la Segunda República. La mayoría de sus artículos tuvieron un contenido político, sobre todo en el primer bienio, cuando fueron escritos sin temor y en completa libertad. Poco después llegaron las desilusiones y el exilio (Ouimette, 1987). El aumento de radicalismo y bipolaridad política, junto con las intensas tendencias revolucionarias de los grupos de izquierdas, le crearon un estado de ánimo más crítico, presagiando el fracaso de la República. Cuando comenzó la Guerra Civil se encontraba en Madrid, sintiendo el miedo del peligro cercano por la cercanía del frente y por las ejecuciones de intelectuales como Ramiro de Maeztu, Pedro Muñoz Seca y Ciges Aparicio, su cuñado. La situación le creó un estado psicológico en el que no podía escribir con tranquilidad, y que trató de remediar huyendo a París, en donde ya estaban exiliados Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Pío Baroja y otros intelectuales españoles. Pese a la nueva circunstancia, Azorín no escribió nada político, nada sobre España, entre 1936 y 1939, se limitándose a publicar cuentos en La Prensa de Buenos Aires, que luego fueron editados como libros : Españoles en Paris (1939), En torno a José Hernández (1939) y Pensando en España (1940). Por ellos, por Sintiendo a España (1942) y el libro de memorias titulado Paris (1941) se sabe que su vida en París no fue satisfactoria (Paya Bernabé, 1992).
40Finalmente, el retorno a España fue también especialmente penoso para el maestro Azorín (Inman Fox, 2000). Escribió una carta al general Franco sobre el regreso a España de los intelectuales españoles del exilio, que coincidió con la depuración de periodistas (suspensión, condenas, fusilamientos). Pese a ello, Azorín regresó con salvoconducto oficial durante el verano de 1939. A finales de noviembre publica su famosa « Elegía a José Antonio », según Inman Fox, « para ganarse el favor del nuevo régimen ». Este fue el único artículo que se le permitió publicar (Inman Fox, 2000, p. 56) hasta 194111. No obstante, siguió publicando en La Prensa y editó los libros mencionados :
[Desde] principios de 1941, Azorín recibe por fin la tarjeta de periodista, gracias a la intervención de Ramón Serrano Súñer, […] desde febrero colabora en Arriba. […] Azorín se había comprometido con el franquismo o por una necesidad psicológica o económica de practicar el periodismo o por razones ideológicas.
Inman Fox, 2000, p. 59
41Y, tal vez, por otras motivaciones de carácter personal, familiar, contextual, etc. En definitiva, durante los cinco años que van de 1939 a 1946, Azorín publicó 45 artículos de temas políticos en Arriba, Vértice, El Español y ABC, siguiendo las consignas oficiales en pleno apogeo de la censura (Abellán, 1980 ; Sinova, 1989).
42A lo largo de estas reflexiones se ha entendido la censura de una forma muy genérica, por lo que se han incluido dentro de ella los discursos (leyes, normas) y las prácticas (medidas, acciones específicas) adoptados por estados, poderes, instituciones, e incluso individuos « pour tenter de contrôler, de limiter, voire de supprimer radicalement la liberté d’expression des individus ou de groupes sociaux plus ou moins importants » (Guereña, 2009, p. 83).
43Esta definición puede incluir la represión sufrida por el anarquismo español, que incluía todos los tipos de censura posible, y que limitó considerablemente las libertades de sus seguidores. Como se ha observado anteriormente, el Estado creó el discurso oficial (político-administrativo, legal y judicialmente) y los aparatos adecuados para hacer realidad la censura (policía especializada política y judicialmente). En primer lugar, la práctica de la censura-represión se tradujo en la detención de centenares de personas que a ojos de la policía eran sospechosos de tener ideas avanzadas. A los más implicados en las actividades anarquistas se les trató cruelmente, aislándoles y torturándoles en los calabozos, para hacerles confesar que participaron en un complot, que sólo existía en la imaginación de los policías encargados de la investigación. Luego fueron condenados a muerte y a largos periodos de prisión. Y, en segundo lugar, la censura afectó al proceso de comunicación y propaganda de los anarquistas, porque se cerraron los locales y las imprentas donde se editaban los libros, folletos, periódicos y revistas. Los grupos anarquistas sólo pudieron expresarse en las pocas revistas que sobrevivieron bajo un régimen de autocensura, dada la vigilancia de la que eran objeto, o bien mediante publicaciones clandestinas (Juan Montseny, Ricardo Mella, José Prat).
44Las noticias de esta represión fueron saliendo lentamente al extranjero, pero fue el libro de Tarrida del Mármol, Les Inquisiteurs d’Espagne y sus publicaciones en los periódicos y revistas radicales de Europa, los que extendieron el conocimiento de « la barbarie gubernamental » en España. Este sería un caso de desplazamiento geográfico y lingüístico para solventar el problema ocasionado por la censura en el propio país, es decir de elusión.
45En el caso de José Martínez Ruiz, Azorín, anarquista y federal en aquellos años finales del siglo xix, se observa el uso reiterado de seudónimos en sus artículos más políticos y radicales, con el objetivo de evitar ser identificado por posibles enemigos (policía, rivales políticos, etc.) y de impedir que se le atribuyera a él la condición de radical entre las clases acomodadas, a las que el pertenecía, por la valoración negativa que implicaba y las dificultades para extender el número de sus lectores. Los giros ideológicos de Azorín, motivados por ambiciones e intereses de diverso tipo, le llevaron a practicar forzadas estrategias de acomodación al conservadurismo, experiencias literarias nuevas, elusiones de censura y la autocensura bajo las condiciones impuestas por la dictadura de Primo de Rivera y, finalmente, aceptar la compulsión ideológica del franquismo, lo que significaba la autocensura y el servicio a los intereses falangistas.
Notes de bas de page
1 Para las consideraciones generales sobre el anarquismo y su ideología en estos años finales de siglo, es fundamental el libro de José Álvarez Junco, La ideología política del anarquismo español (1868-1910) (Álvarez Junco, 1991).
2 Sobre este tema son especialmente significativas las investigaciones de Rafael Núñez Florencio, El terrorismo anarquista (1888-1909), y « El terrorismo en España hace un siglo » (Nuñez Florencio, 1983 y 1998) ; de José Luis García Mañas, « La represión del terrorismo anarquista, 1890-1890-1900 » (Garcia Mañas, 1992), de Juan Avilés Farré y Ángel Herrerín López, « La lógica del terrorismo : el caso de los anarquistas en España, 1892-1897. 1. Introducción (Avilés Farré) y 2. España : la propaganda por la represión (1892-1900) », (Avilés Farré y Herrerín López, s.f.) y de Julián Casanova, « La cara oculta del anarquismo » (Casanova, 2000).
3 González Calleja sostiene que el Estado calcula el coste-beneficio de la represión sobre los movimientos colectivos de protesta, tratando de hacer costosa la movilización de los disidentes a través de todo tipo de estrategias represivas : desarticulación de su organización, imposición de sanciones, reforzamiento de agencias de seguridad, incitación a la acción violenta de los opositores, bloqueo de comunicación y recursos, uso de todo instrumento institucional y de coerción, etc. Véase también Eduardo González Calleja, La razón de la fuerza. Orden público, subversión y violencia política en la España de la Restauración (1875-1917) (González Calleja, 1998).
4 González Calleja también ha hecho cálculos más generales : « Durante la Restauración, el conjunto de los ciudadanos tuvo sus derechos básicos en entredicho durante un total de 14,2 años, y la suspensión parcial de garantías a escala local, provincial o regional afectó a importantes masas de población por 11,4 años más. En suma, un 45,6 por ciento de los 56,3 años de duración del régimen monárquico (un 38,6 por ciento si omitimos la Dictadura de Primo de Rivera) transcurrió con las libertades públicas gravemente limitadas en todo o parte del territorio nacional » en « El Estado ante la violencia » (González Calleja, 2000, p. 370-371).
5 Para las suspensiones de garantías constitucionales en la Restauración, ver Archivo Histórico Nacional, Archivo del Ministerio de Gobernación, legajo 63, expediente 18. Para la legislación de derechos y libertades, ver la propia Constitución Española de 1876.
6 Véase la circular de 22 de agosto de 1897 del Ministerio de Gobernación después del asesinato de Cánovas en el Archivo Histórico Nacional, Archivo del Ministerio de Gobernación, serie 2 A, legajo 17 y El País, 12 de agosto de 1897. La prórroga de la ley antiterrorista de 1896 en el Archivo Histórico Nacional, serie y legajo mencionados.
7 La referencia bibliográfica más reciente y significativa para ilustrar los vaivenes políticos de José Martínez Ruiz es la de José Ferrándiz Lozano, Azorín, testigo parlamentario. Periodismo y política de 1902 a 1923 (Ferrándiz Lozano, 2009).
8 La obra El Político está dedicada a Antonio Maura. Las virtudes que asigna a todo representante y gobernante se coligen del modelo ofrecido por el político mallorquín.
9 A Juan de la Cierva también dedicó otra obra en la que Azorín proporcionaba todo tipo de argumentos justificando las ideas de su protector y patrono por entonces.
10 El capítulo « Dictadura y vanguardia en los años veinte : su huida de la censura » relata las circunstancias de Azorín y sus actitudes durante la década de los veinte, concluyendo que « Azorín halló en el surrealismo no sólo una propuesta novedosa para su estética literaria sino un modo de convivir con la situación sin comprometer su existencia, un modo, también, de ser libre, una coartada, en definitiva, para su personal lucha contra la censura » (Ferrándiz Lozano, 2001, p. 173).
11 El vicesecretario de Falange y Jefe de Prensa, Gabriel Arias Salgado, considerando la historia de tránsfuga de Azorín, dio la orden para prohibirle publicar artículos en la prensa.
Le texte seul est utilisable sous licence Licence OpenEdition Books. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.
Censures et manipulations
Ce livre est diffusé en accès ouvert freemium. L’accès à la lecture en ligne est disponible. L’accès aux versions PDF et ePub est réservé aux bibliothèques l’ayant acquis. Vous pouvez vous connecter à votre bibliothèque à l’adresse suivante : https://freemium.openedition.org/oebooks
Si vous avez des questions, vous pouvez nous écrire à access[at]openedition.org
Censures et manipulations
Vérifiez si votre bibliothèque a déjà acquis ce livre : authentifiez-vous à OpenEdition Freemium for Books.
Vous pouvez suggérer à votre bibliothèque d’acquérir un ou plusieurs livres publiés sur OpenEdition Books. N’hésitez pas à lui indiquer nos coordonnées : access[at]openedition.org
Vous pouvez également nous indiquer, à l’aide du formulaire suivant, les coordonnées de votre bibliothèque afin que nous la contactions pour lui suggérer l’achat de ce livre. Les champs suivis de (*) sont obligatoires.
Veuillez, s’il vous plaît, remplir tous les champs.
La syntaxe de l’email est incorrecte.
Référence numérique du chapitre
Format
Référence numérique du livre
Format
1 / 3