Coca, dinero o jornales (La situación económico social de los ex-esclavos negros en Nor-Yungas, segunda mitad del siglo XIX)
p. 463-474
Texte intégral
1Los temas sobre la población negra y las diferentes etapas de su historia, siempre llaman la atención de los historiadores. Existe una enorme bibliografía sobre dichos temas y una gran parte está dedicada a los problemas de la abolición de la esclavitud y el lugar que ocupan los ex esclavos en las sociedades de los países de América Latina. La investigación sobre la vida de la población negra después de la abolición de la esclavitud en Bolivia presenta un gran interés, no sólo como parte de un proceso post abolicionista en América Latina, sino en su adquisición de formas específicas.
La situación de la población negra después de la abolición de la esclavitud en los países de América Latina
2Cabe aclarar que la abolición de la esclavitud en América Latina no representó para el negro la igualdad social, puesto que el negro ya libre quedó sujeto a nuevas formas de dependencia. Los dueños acudieron a distintos medios para lograr la sujeción económica de la fuerza de trabajo permanente que requerían los cultivos de exportación. La esclavitud no cedió un lugar predominante al trabajo asalariado, sino sobre todo a formas que implicaban grados variables de dependencia personal; aparcería o arrendamiento, y en las Antillas y Guayanas incluso una reedición contemporánea del sistema colonial. En el Caribe británico, el sistema de aprendizaje a que deberían someterse los libertos compartía muchas de las características de la esclavitud. En el nordeste de Brasil, ya antes de la abolición, formas de arreglo de trabajadores independientes no propietarios con los dueños de ingenios de azúcar se hicieron importantes, preparando el sistema de trabajo en que los ex-esclavos se incorporan después de la abolición. Es claro que la abolición tuvo mayor trascendencia allá donde la fuerza de trabajo del esclavo negro era el fundamento de la economía, principalmente en el cultivo de productos para la exportación como el azúcar, café, cacao, etc. En estas regiones la existencia o ausencia de tierras libres se convierte en uno de los factores que condiciona la situación social del negro a partir de la abolición de la esclavitud.
3En Barbados, al establecerse la abolición las tierras ya estaban cubiertas por el cultivo azucarero y el negro no contaba con la posibilidad de emigrar, por lo que continuó atado a las plantaciones como jornalero, devengado en bajos salarios impuestos por los propietarios.
4Se puede decir que en todas partes, el fin de la esclavitud fue seguido por una tendencia a la expansión de la economía campesina. Los ex-esclavos, mientras era posible, trataban de obtener tierra y volverse económicamente independientes y después de la abolición una gran mayoría de la población negra continuó viviendo en el campo como trabajadores agrícolas.
5En islas como Jamaica, Trinidad y Guayana inglesa después de la abolición, grupos de negros recién liberados juntaban sus recursos para comprar en conjunto una plantación arruinada o intentaban obtener terrenos baldíos en concesión; pudiendo adueñarse de tierras no ocupadas, practicando una agricultura para el consumo.
6En todos los diversos casos, la esclavitud no había preparado a la población negra para una eventual competencia con trabajadores más calificados. Por eso, en las ciudades, ellos tuvieron un acceso muy limitado al mercado laboral.
7Al cambiar su status de esclavos por el de hombres libres, los negros permanecieron limitados a desenvolver su existencia en los más bajos escalones de la sociedad a semejanza de sus antecesores en la sociedad esclavista.
8El presente estudio trata de realizar un análisis sobre la situación económica y social de los ex- esclavos negros a partir de la abolición de la esclavitud en Bolivia proclamada por Manuel Isidoro Belzu en el año 1851, tomando como ejemplo los Yungas de La Paz, donde la fuerza laboral del esclavo negro era utilizada en las haciendas cocaleras a partir del siglo xvii.
Los sistemas de trabajo en los Yungas antes de la reforma de Belzu
9Una de las características de la región del norte de los Yungas durante la Colonia era la ausencia de tierras de comunidad, predominando las de haciendas.
10A fines del siglo xviii Coripata fue la región de lo que ahora son Nor y Sud Yungas donde no había ningún ayllu ni comunidad originaria. Coroico se acercaba a esa situación con sólo un ayllu (en cambio en lo que ahora es Sud Yungas había treinta y un ayllus).
11La razón principal de esta situación se explica por la importacia que tenía el cultivo y la comercialización de la coca. Hasta mediados del siglo xx la riqueza de los hacendados se basaba casi exclusivamente en la coca que era la fuente más segura y constante de ingresos. En Coripata antes de 1952 se encontraban las haciendas más ricas y prósperas de todo Yungas (de las haciendas más ricas de todo Yungas, siete estaban en Coripata).
12En dichas haciendas eran utilizadas variantes específicas de mano de obra desde la época colonial: peones, mingas y esclavos; siendo más frecuente “un sistema de prestación del trabajo. Los peones o yanacones trabajaban cierto número de días en las labores de haciendas a cambio del usufructo de un pedazo de tierra en el cual producían para su subsistencia” (Soux, 1991; 52) y también el sistema de arrendamiento. Al arrendar el cocal, el arrendero debería pagar al dueño en coca o en dinero. Los peones eran los trabajadores más estables, sobre todo en el norte de los Yungas, debido a la prosperidad de las haciendas durante la época de coca.
13En la época de las cosechas o mita, cuando se precisaba de mayor fuerza de trabajo, se recurría al sistema de trabajo de asalariados. Para conseguir esta mano de obra, los patrones mandaban contratistas al altiplano a contratar gente que trabajaban entre veinte y treinta días, a cambio de dinero para comprar la coca y retornar luego a sus lugares de origen. Junto con la mano de obra de los peones y mingas, los hacendados más ricos utilizaban el trabajo de los esclavos negros.
14El cultivo de coca requiere dos tipos de trabajo “el quichi” recolección de la hoja) y “masi” (deshierbe, limpieza, reparación de los cultivos). Mientras que el primero se realiza en determinados días de cosecha, el segundo es permanente. En el trabajo de masi se utilizaba el trabajo de los esclavos que, al no tener parcelas propias, estaban disponibles para el hacendado todo el tiempo. Mientras que los esclavos cumplían labores de quichi y masi, los peones hacían sólo de quichi. Está claro que a diferencia de otros trabajadores, peones o mingas, los esclavos no recibían por su trabajo recompensa material, excepto la vivienda, ropa y los avíos repartidos por los dueños.
15El trabajo en los cocales tenía su pago, que era el mismo para los esclavos, peones y mingas, con la diferencia de que los mingas lo recibían realmente en dinero. El resto del pago era descontado del monto de los jornales mediante los avíos que consistían en el reparto de los alimentos. En la hacienda Dorado Chico a principios del s. xix, analizada por María Luisa Soux (1991), se repartía por lo general en cada mita tres chalonas y dos arrobas de chuño a cada peón y diez chalonas, tres arrobas de chuño y tres de maíz a cada esclavo. La diferencia en el reparto se explica por el hecho de que los peones producían en las parcelas para su subsistencia. Según Soux, los precios de los avíos eran inflados, aprovechando no sólo la obligación del reparto, sino también el monopolio del comercio en la hacienda. El reparto de los avíos daba una pérdida para el trabajador, que quedaba en deuda con la hacienda, siendo éste un método común de control de la mano de obra de los peones. Se supone que los esclavos no podían tener deudas, por ser “pieza del servicio”, pero en las cuentas aparecían debiendo a la hacienda. El mismo fenómeno se observa en las haciendas de las diferentes regiones de América Latina.
La situación económico-social de los libertos
16Según el padrón de Yungas realizado en 1883, la población negra estaba concentrada en los siguientes cantones de Nor Yungas: cantón Pacallo, 56 morenos (total 536); cantón Mururata, 324 morenos (total 734); cantón Coroico, 130 morenos (total 5 335); vice cantón Coripata, 315 morenos (total 3 806)1.
17Después de la abolición de la esclavitud de los negros, éstos se incorporaron a la masa de peones, como ya fue señalado, a cambio de su trabajo de cuatro días por semana en los terrenos de hacienda y el cumplimiento de las diferentes obligaciones del pongueaje, recibían su parcela de tierra.
18La parcela era entregada al peón en clase de sayaña que, según la terminología yungueña, consistía en “su buen platanal, casa y cocales en estado de cosechar”. De las parcelas usufructuadas por el colono, una parte era dedicada a productos de autoconsumo (maizal, platanal, yucal, racachal), mientras que una huerta, servía tanto para el consumo como para la venta; una tercera parte, era el cocal, destinado íntegramente a la venta en el mercado.
19Además, los negros en calidad de peones seguían recibiendo los productos repartidos por el dueño y se convertían en sus reales deudores, lo que los aproximaba a la situación económica de los peones indígenas.
20Por el uso del terreno, los peones junto con el trabajo en los cocales de la hacienda debían cumplir las diversas obligaciones de pongueaje, incluyendo el ser pongo y mitani en la casa de hacienda, incluso en otras casas del patrón.
21La mitani, o sirviente doméstica, era una categoría de campesina difundida por todo el territorio altiplánico y de los Yungas. Por la costumbre, en la casa del patrón la familia campesina de acuerdo con el sistema rotativo, trabajaba siguiendo el orden alfabético, donde la mujer era mitani.
22Inocencia Pinedo, de 12 años, labradora de la hacienda de Chijchipa (Coroico), debía “desempeñar en la clase de mitani las tandas de obligación que le tocaron a mi madre”2. En otra ocasión, culparon a la mujer de Julián Pinedo, cuando tenía que cumplir con su obligación por no saber ella cocinar, “lo hacía sin sal, otras muy saladas”3.
23Entre esas obligaciones estaban la de los hombres: mulero y camani, como también apiri y llevar los productos de la hacienda a la ciudad, a la casa del patrón de la hacienda. Los peones negros de la hacienda Mururata, por ejemplo, eran enviados a La Paz “conduciendo la coca a la casa del patrón”4.
24Por los servicios prestados no sólo recibían un terreno para su usufructo, sino que podían utilizar las diferentes herramientas del propietario de la hacienda y también recibían parte de los avíos, práctica que venía de su situación anterior de esclavos e indígenas yanaconas.
25En otras ocasiones, los ex-esclavos podían también arrendar el cocal en forma de yanapas (alquiler) como lo hizo el moreno Hilario Pinedo, acusado de que “en el espacio de tres años no abona yanapas por un cocal que posee en la finca de Santo Domingo, (Coroico) propia de los Zabala y que se le obligue al pago de veintidós pesos anuales y se lo verifique, que da en favor de finca expresado cocal”5.
26Hay testimonios escasos en sentido de que los ex- esclavos podían realmente comprar una parcela, como la del moreno Mateo Medina, que aparece como “labrador y propietario” de un cato de terreno de platanal que alquila al moreno Martín Medina por la renta a un peso cada mes”6.
27La mayoría de los libertos eran o peones o arrenderos y a pesar de las prohibiciones dejaban como garantía los cocales que en realidad no poseían. El dicho Mateo Medina tenía muchas deudas y como garantía en los documentos figuraba un cocal de la finca Humamarca (Coripata) “el mismo que no es de la propiedad del deudor sino del propietario de la finca de Marcelino Huaras”7. Al final, por no poder pagar las deudas, el cocal fue rematado en la plaza principal de Coripata por la voz del pregonero: “Señores, acudan al remate que se va a hacer de un cocal de Mateo Medina, situado en Humamarca”8.
28Así fueron rematados sus dos cocales por la suma de quince y veintidos pesos. En este caso puede llamar la atención un detalle bastante curioso. El dueño de la finca dio la autorización para el remate con la condición de “pagar pensión de yanapas, según de costumbre, pagar el que resulta dueño”9.
29¿De qué se trataba el remate, del precio verdadero del cocal o de los productos que producía el cocal?
30¿Qué sucedía en el caso de la muerte del peón, si el cocal estaba maduro para sacar la mita?
31Supuestamente los parientes del difunto lo querían cosechar y tener la mita. Pero como el dueño seguía siendo el propietario de la tierra (incluyendo el terreno para el usufructo del peón), todo dependía de su voluntad. Cuando murió el peón moreno Mauricio Medina de la finca Chillamani, (Coroico) su cocal fue entregado por orden del patrón de la finca a la indígena Tomasa Paredes, motivándolo el que el arrendero había hecho daño al cocal. A pesar de ello, los testigos aseguraban que él “ha plantado con su propio trabajo el cocal y que la hacienda no le ha dado una sola mata de coca”10.
32En general el patrón de la hacienda o administrador podía en cualquier momento romper el convenio con los peones y pasar el cocal al otro peón, a pesar de que el peón cuidaba el cocal para tener la cosecha. Eso sucedió con el moreno Mateo Medina. Por orden del patrón su cocal fue cosechado por otro peón, Asencio López, y aunque el moreno afirmaba que su cocal daba siempre ocho cestos de coca, Asencio presentó solamente cinco cestos, ocultando probablemente el resto.
33A pesar de que los colonos de los Yungas tanto negros como indígenas se encontraban, por lo que hemos visto, en una situación “semifeudal”, tenían una posición económica algo mejor que su contraparte en el altiplano. Ello se debía a varios factores: la dificultad de conseguir mano de obra en Yungas, la relativa abundancia de tierra y la posibilidad de producir un producto altamente valorado para el mercado, como era la coca. Cabe aclarar que la prosperidad de las haciendas yungueñas era posible sólo con la mano de obra barata y abundante.
34Por lo tanto el patrón debía conceder ciertos estímulos al colono y evitar que su mano de obra cambie mucho, preocupándose cuando los peones faltaban a sus trabajos y se mudaban de la hacienda. En ese caso exigían el cumplimiento de los compromisos como al peón de la finca Coripata, el liberto Anselmo Medina que debía veintidós jornales, fallando a la finca, o el moreno Anselmo Medina que “ha dejado de trabajar por tres semanas, abandonando el cocal con la mita verde”11.
35Los patrones lograron evitar la pérdida de mano de obra casi gratuita, lo que nos muestra la ausencia de migración negra, salvo en los límites de la región. Por ejemplo, se ubicaron en la finca Chijchipa donde la mayoría de los peones negros procedían de Mururata, Coripata, Musiri, Chirca, Santa Rosa, lo que lógicamente convenía a los dueños de las haciendas. Esa migración se debía a menudo al hecho de que algunos ex-libertos no sólo trabajaban como peones sino podían ser contratados en clase de mingas.
36Aún cuando la fuerza laboral principal de las haciendas era la de los peones, una parte de los ex-esclavos eran también mingas cuyo pago era de cuatro reales por día. Incluso los campesinos negros eran mingas no sólo para desempeñar el trabajo agrícola en la hacienda sino también en los cocales de los “iguales” y mestizos. Por falta de tiempo los peones no podían dedicar todo su tiempo al trabajo en su cocal, trabajando tres - cuatro días de la semana para la hacienda, y por ello también necesitaban la mano de obra de los mingas.
37El moreno Francisco Pinedo aseguraba que “necesitaba mingas para mi trabajo al día siguiente”, Manuela Pinedo se quejaba de “que su abuela tenía la culpa que había ido a quichir para las negras para que no le paguen su trabajo”, otros explicaban que “nos hallábamos de mingas a quichir”12.
38Los patrones de las haciendas yungueñas no sólo utilizaban el trabajo de los peones y mingas, sino que para estimularlos, se apropiaban de la antigua práctica del trabajo colectivo llamado faena. La costumbre se derivaba de una antigua institución aymara llamada Jayma, (CIPCA, 1977), que significaba un terreno para el uso colectivo y también el trabajo colectivo en un terreno particular. El trabajo de los colonos era supervisado por el mayordomo o jilakata (capitán en el caso de los negros). Se requería a la faena sobre todo en las haciendas con mayoría negra. En los documentos, los peones negros se expresan de esa manera: “nos hallábamos en diversiones entre varios peones, por haberse ayudado en su trabajo de una plantada de coca”, “en ese día habíamos hecho una plantada de coca y gozo de eso habíamos seguido alegres 13.
39Como ya hemos dicho, los peones, al ser ocupados la mayor parte de su tiempo en los trabajos de hacienda, necesitaban ayuda para trabajar su “propio” cocal por lo que recurrían en forma específica a la ayuda mutua entre las familias (en cambio a diferencia de mingas que era el trabajo individual, esto era el trabajo familiar). El trabajo familiar es parecido a la práctica aymara del ayni, que existía por siglos en la región andina y consistía en el cambio de trabajo especialmente en los tiempos de cosecha (Spedding, 1994). Por lo general, los que ayudaban eran los parientes bilaterales del hombre o la gente que no tenía ni tierra ni casa. Así, el moreno Manuel Ortega en el juicio contra su primo moreno Mario Pinedo confiesa que “como él es mi primo, le dije que me ayudase y que se viniera a mi casa y que nos estaríamos juntos y su mujer que le ayudase a la mía en el quichi; así fue, que los quince días que vivían conmigo y me ayudaron”. Petrona Pinedo asegura, que iba “a trabajar para ayudar pero no había nadie”14.
40Fuera del análisis de los diferentes sistemas de trabajo, llama la atención la edad laboral de los peones negros: generalmente los niños morenos de edad entre los once y doce años ya tenían plena conciencia como labradores. La madre de un niño de cinco años asegura que “su hijo tiene bastantes servicios y lo desempeña aún trayendo y llevando agua”15.
41La edad laboral duraba hasta los setenta - ochenta años: el colono de la finca Mururata Salvador Pinedo tenía setenta años y “era el deudor de diezmos de coca durante cuatro años por los cocales que posee”16.
Las relaciones sociales y laborales con la administración de la hacienda
42Queremos resaltar que, a pesar de su abolición, la esclavitud no desapareció en su totalidad. Durante muchos años continuó la práctica de venta de los niños negros con el pretexto de que el tutor nombrado “lo críe, lo eduque, enseñe, todo lo necesario como un verdadero padre”17.
43Todos los libertos de la finca Mururata sabían que el moreno Ignacio Humérez iba a vender una de sus guaguas y el comerciante Gabino Torres “quedaría en comprar uno de sus hijos”18. Las condiciones de la adopción eran bastante severas, “sin que el exponente tenga opción ni derecho a recoger a su hija, ni intervenir en cosa alguna, sino en las casas de servicios afuera queriendo recogerla, tendrá que abonar un real diario por razones de gasto en su conservación y educación”19. Los casos de ese tipo no son raros en los períodos post abolicionistas.
44Lo dicho nos muestra no sólo la pobreza de los ex- esclavos sino también la presencia de relaciones especiales entre ex-esclavos y sus patrones que se conservaron de diferentes modos a través de las relaciones sociales y después de la liberación.
45Cabe aclarar que los patronos de las fincas y los libertos no sólo tenían relaciones económicas sino sociales. Según recientes investigaciones de CIPCA (1977), el compadrazgo vertical que supone el nombramiento de los padrinos para el bautismo y el matrimonio de una familia seleccionada, cuando se establece una serie de relaciones múltiples, rituales sociales, a cambio de dependencia económica, seguía fuerte entre los campesinos negros y hacendados hasta la reforma agraria.
46En general, a fines del siglo xix, los patrones de las fincas ya no vivían en los Yungas, dejando la administración de las haciendas en las manos del administrador o mayordomo mestizo. Los funcionarios privados de hacienda y los funcionarios públicos de la zona, supeditados a la autoridad de los hacendados, eran mestizos “cholos” que creían tener un nivel demasiado elevado para trabajar ellos mismos como agricultores, pero que no encontraban otra forma de vida en esta región dominada por los patrones. Los negros se consideraban hasta cierto punto superiores a los aymaras, porque hablaban castellano y habían adquirido algunos rasgos propios del blanco y decían, que se entienden mejor con el “puro blanco” que con el indio (CIPCA, 1977). Al estar culturalmente más cerca del patrón, los ex-esclavos no soportaban el dominio de los mayordomos cholos. Podemos notar la abundancia de los juicios entre los libertos y los mayordomos de las haciendas por diferentes causas. Así, Andrés Pinedo contestaba contra la orden del mayordomo Ibañez de refaccionar la casa respondiendo que no tenía tiempo por estar ocupado20. Anselmo Medina que dejó de trabajar en la finca por tres semanas se negó a desocupar la casa dada por la hacienda según la orden del mayordomo21.
47El peón Lucas Pinedo gritó al mayordomo de la hacienda Mururata, José Viscarra “Viscazuta, has venido a esta hacienda sin pantalones ni camisa, más ahora que tienes plata quieres estropear a todos. Ladrón, ten el gusto de regresar a La Paz trayendo un buen mayordomo. Nuestro patrón nos manda avíos a vos no distribuyes el completo”.
48Los enfrentamientos entre Lucas Pinedo y el mayordomo se debían a que éste exigía que el colono “desocupe la casa para poner a otro peón, y que ni él ni sus animales pisen los terrenos de la finca, porque son perjudiciales”22.
49Los casos examinados nos muestran la presencia de conflictos sociales entre campesinos negros y los mayordomos mestizos.
Dependencia de los rescatadores de coca
50Es sabido, que a diferencia de lo que sucedía en otras partes, los colonos no vendían los productos de las parcelas usufructuadas al patrón, sino a los comerciantes. Por eso, además del poder dominante de los hacendados y administradores de la finca, los peones que vendían la producción de los cocales cayeron bajo la influencia de los comerciantes rescatadores de coca, viajeros procedentes del altiplano o vecinos locales. Algunos de estos rescatadores comerciantes, vecinos de Coroico y Coripata, tenían sus chacarillas y sayañas, donde también trabajaban los peones indígenas y negros en calidad de mingas.
51Otros eran los comerciantes temporales del altiplano, que vendían los productos altiplánicos a cambio de coca. Al igual que al dueño, casi todos los peones vivían endeudados, a estos rescatadores y comerciantes; los peones compraban la ropa, comida altiplánica (queso, charqui, papa), aguardientes al crédito con la promesa de “satisfacer en próxima mita”, o como expresaban ellos de costumbre “te pagaré en coca, en dinero o en jornales”. Incluso los ex-libertos tenían constantes compradores de sus productos, como Gabriela Mariscal, comerciante de Cochabamba que presentó a Agustín Pinedo como su “casero”. En otro caso, el moreno Francisco Pinedo se negó a cumplir el contrato aduciendo de que el comerciante no era su “casero”23.
52Los comerciantes compraban la futura cosecha con el adelanto, esperando la mita de Santos o de Marzo, como el comerciante Claudio Uriarte que tenía sus deudores en los morenos Felipe Pinedo que le prometía pagar la cosecha de café, y Patricio Pinedo que, según el convenio, le debía coca de cuatro cosechas y le pagaría después de que el comerciante volviera de Copacabana24.
53A pesar de que no siempre podían cumplir el contrato por razones económicas, el negocio era conveniente para los rescatadores de coca y café; en el altiplano y en La Paz se duplicaban (lo propio sucedía con los productos altiplánicos que tenían precios más altos en los Yungas).
54En caso de que el deudor no tuviera dinero, cosa que sucedía a menudo, o no tuviera cosecha, trataba de compensar su deuda con trabajo personal aludiendo que “le puedo pagar con mi trabajo o jornales”.
55También existían relaciones comerciales entre los vecinos de los pueblos como Coroico y Coripata con los colonos de las haciendas que iban al campo a comprar coca, café, locotos, naranjas a los campesinos, ofreciendoles también sus artículos.
56Josefa Bernal, costurera de Coroico aprovechando la fiesta de los negros (Rosario) fue “a la casa del alferez para vender algunos productos”25.
Los trabajos extras
57Fuera de los trabajos agrícolas, los ex-esclavos tenían opción de ganar algo extrayendo y vendiendo leña y carbón, fletando sus muías y en caso muy especial participando en la extracción de la quina.
58Es sabido que en la segunda mitad del siglo xix Bolivia seguía participando en el comercio internacional de quina y una de las regiones donde se realizaba la extracción de quina de los bosques productores, era precisamente la región de los Yungas.
59Los comerciantes de La Paz encargaban la extracción de quina a los peones de los Yungas, pagándoles adelantado, según el “precio corriente de la plaza en Coroico”, que en realidad dependía de la voluntad del comerciante. Como de costumbre, los contratados formaban una compañía para ir a los montes alejados, porque el camino no era fácil como decía el moreno Domingo Torres. A veces tardaban tres días de camino de ida y cinco de regreso. La “comparsa” consistía en un cortador y en los cargadores que llevaban consigo la comida, escasa en aquellos lugares, donde se encontraban con otros buscadores de quina. No era fácil extraer la quina de las montañas, y el camino de vuelta era aún peor y los cargadores a veces no podían cumplir el compromiso “porque no les alcanzaban las fuerzas o no podían cumplir por las grandes distancias”26.
60En ese caso dejaban parte de la quina en cualquier lugar, como lo hicieron el moreno Gregorio Pinedo con su amigo que al volver del monte en la zona de Caranavi, dejaron una parte de la quina en el río de San Pedro, arriesgándose a que la cascarilla desapareciera.
61Pese a que los esclavos libertos buscaban otros medios de subsistencia fuera del trabajo agrícola, no salían de los límites de la región y eran parte de la vida económica de la hacienda, y por lo tanto convenía a los dueños de las haciendas.
62Ellos, para mantener a los peones a su disposición, además de la presión y el engaño económico usaban diferentes métodos administrativos, siendo una mezcla de los sistemas coloniales con la práctica aymara y, supuestamente “afroboliviana” (el término surgió en el año 1990 entre los mismos negros).
Las autoridades propias de la población negra
63Los cantones de población mixta contaban con sus propias autoridades, dependientes del mayordomo. La figura central de la administración campesina negra era el capitán de la finca, un cargo similar al jilakata indígena. En la finca Mururata el capitán era Esteban Pinedo, en la finca Chilimani era el moreno Mateo Medina. El jilakata o capitán era el cargo político más alto de la población negra y el dueño de la hacienda tenía control sobre su elección de tal manera que, en realidad, el capitán no representaba tanto a la comunidad, sino al dueño ante la comunidad.
64Los juicios en que el capitán defendía los derechos de los peones no eran frecuentes en comparación con aquellos donde él es testigo a favor de los dueños.
65Una de las prerrogativas del capitán era el control sobre el cumplimiento de los trabajos. El capitán Mateo Medina “habiendo recibido orden del administrador, demandado para nombrar de apiri a uno de los faltones en la hacienda para ir a traer plátanos, dirigí a la casa del faltón”. El cargo de capitán lo eximía del trabajo en la hacienda. El propio capitán Mateo Medina afirma “soy labrador, capitán y como tal colono”.
66Su obligación era también presentar los juicios con la administración de la finca y ser testigo en aquellos, defendiendo los derechos del dueño. Por otra parte, los representantes de la población negra podían alcanzar cargos de alguacil como el moreno Alejo Linares, alcalde de la cárcel en la villa de Sagárnaga, “conocido por toda la población”.
67Para alcanzar “semejantes puestos”, los que así lo deseaban debían pasar por una serie de pruebas parecidas a la costumbre de las comunidades aymaras llamadas prestes, siendo alferez en las fiestas de comunidad o en las fiestas religiosas. El alferez debía organizar las actividades y bailes y tenía que dar el licor y la comida. El moreno Eusebio Gutiérrez, colono de la finca Mururata y alferez de la fiesta del Rosario organizaba todo eso y en sus fiestas estaban presentes no sólo negros sino también invitados indios y mestizos.
68Entre los diferentes cargos comunitarios podemos nombrar las personas que tenían la estimación de toda la comunidad por razones de su estado especial: las parteras, que desempañaban su profesión “por falta de médico profesor” (en el caso de Mururata eran las morenas Teresa Pinedo y María Antonia Salles).
69Cabe señalar que esta maquinaria administrativa de las haciendas, empezando en los administradores, capitanes y terminando con los médicos improvisados, eran manejados por los dueños de las haciendas en función de sus propios intereses.
Conclusión
70Sobre la base de todo lo dicho, podemos señalar que a semejanza de la situación de los negros libertos en los países de la América Latina, los esclavos negros en Bolivia han recibido su libertad por etapas sin perjudicar los intereses de los dueños y se quedaron en el campo como trabajadores agrícolas, dependiendo directa o indirectamente de los hacendados. Si los esclavos no tenían la propiedad, la vivienda y comida era proporcionada por los dueños, después de la abolición se convirtieron en peones aparcelarios o arrendatarios. También tenían la posibilidad de conseguir otros ingresos trabajando como mingas o extrayendo la quina. Y si antes como esclavos eran más utilizados en el trabajo de masi, ahora al igual que los peones indígenas, cumplían todo tipo de labores en las haciendas cocaleras.
71La condición de los peones implicó para los libertos la posibilidad de tener en usufructo la tierra a cambio del trabajo en la hacienda y vender los productos, lo que de ninguna manera significó su integración al mercado, por ser dependientes de los rescatadores de coca.
72Para el patrón la abolición significaba el riesgo de perder la mano de obra estable y lo obligaba a utilizar métodos probados en el caso de los peones indígenas, a través de los mecanismos de “coacción extraeconómica” que obligaba a trabajar a los peones: trabajo por deuda, control administrativo y complicadas relaciones sociales.
73Cabe señalar que los ex-esclavos no sólo eran engañados por los propietarios de las haciendas, sino tambien por los comerciantes y rescatadores de la coca, sufriendo una doble explotación: del patrón y del comerciante. El dominio de los últimos continúa aún después de la Reforma Agraria.
Glosario
74Avío = Porción de víveres, entregados a los trabajadores como parte de jornales.
75Apiri = Cargador.
76Quichir = pelliscar hojas de coca.
77Cato = Cuarta parte de una hectárea.
78Camani = El que atiende la recepción y secado de la coca de la vivienda, antes de 1952.
79Cachi = Lugar de piedra, loza, donde se pone a secar la coca.
80Cocal = Terreno donde se cultiva la coca.
81Casero = Vendedor o comprador preferencial.
82Chalona = Carne seca.
83Chuño = Papa deshidratada.
84Mita = Cosecha de coca.
Bibliographie
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Notes de bas de page
1 ALP. Padrón de Provincias Nor Yungas. 1883 Cantóri Pacallo - Mururata, Pag. 256-257, Cantón Coroico, Pag. 348.
2 ALP, Juicios Verbales, Coroico, 1864.
3 Idem.
4 ALP, J. V., Coroico 1868
5 ALP, J. V., Coroico 1865.
6 ALP, J. V., Coroico 1868.
7 Idem.
8 Idem.
9 ALP, J.V., Coroico 1864.
10 Idem.
11 Idem.
12 ALP, J. V., Coroico 1865
13 ALP, J. V.. Coroico 1864.
14 ALP, J. V., Coroico 1868.
15 Idem.
16 ALP, J. V., Coroico 1864.
17 ALP, J. V.. Coroico 1868.
18 ALP, J. V., Coroico 1864
19 Idem.
20 Idem.
21 Idem.
22 ALP, J. V, Coroico 1865.
23 ALP, J. V., Coroico 1866.
24 ALP,J. V., Coroico 1864.
25 Idem.
26 ALP, J. V.. Coroico 1867
Auteur
UMSA
Coordinadora de Historia
Instituto de Estudios Bolivianos, Facultad de Humanidades
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