Introducción
p. 1-5
Texte intégral
1El programa de investigación Junín, del cual las excavaciones del abrigo de Telarmachay, tema de este volumen, no representan sino una parte del mismo, comenzó con los trabajos de campo en 1974. Iniciado como proyecto del IFEA en Lima, donde acababa de constituirse una sección de arqueología, sus recursos fueron incrementados a partir de 1977 con la creación de la « Unidad de Investigaciones Arqueológicas » (URA) n° 25, « Prehistoria de las Regiones Andinas », del CNRS. Su puesta en funcionamiento fue precedida por un largo período de gestación durante el cual maduraron y se combinaron, a la vez, el deseo de retomar, luego de haber concluido un estudio consagrado a un período tardío de la protohistoria andina, la verdadera « prehistoria »; la ambición de hacer en el Perú una « prehistoria humana », como habíamos aprendido en Francia con Andró Leroi-Gourhan; la convicción de que en una de las regiones más hostiles en apariencia -la de la puna- debía esconderse el origen y explicación de varios componentes mayores del desarrollo cultural andino; por otro lado, la impresión que esta investigación, para aportar nuevos elementos, debía estar concebida dentro de un marco regional, único capaz de permitirnos estudiar, en sus diferentes niveles, los problemas relacionados con la estructuración del espacio, sea del espacio doméstico en el sentido más estricto – la habitación- sea de la región, habitat en el sentido más amplio del territorio. Deseábamos, por último, realizar todo lo señalado en una perspectiva a la vez sincrónica y evolutiva, de manera que se reconstruyeran la fisonomía cultural de la región y la evolución de las diversas unidades y estructuras que la componían a lo largo de los tiempos prehispánicos.
2Nació así, gracias igualmente a numerosos intercambios con nuestros colegas peruanos, el Proyecto Junín, que tenía como objetivo el estudio arqueológico de un pequeño sector bien definido de los Andes Centrales del Perú, no lejos de donde otros investigadores iniciaban diferentes investigaciones concernientes a diversos momentos del pasado prehispánico, lo cual era motivante para nosotros.
3Esto significaba reconstituir, o más bien tratar de reconstituir, las etapas y modalidades de ocupación y de utilización de la región por el hombre, hasta el período que los arqueólogos americanistas consideran tradicionalmente como el final de los tiempos « prehistóricos »: la irrupción de Occidente a mediados del siglo XVI; en el Perú, el año 1527.
4Algunos aspectos más precisos, definidos a partir de nuestro conocimiento previo del pasado andino, nos interesaban de manera particular; por un lado, las condiciones específicas de la ocupación y de la explotación del medio de altura (por encima de los 4,000 metros), medio límite desde diversos puntos de vista, ya que, entre otras características, se encuentra por encima del límite superior de la agricultura, y donde el proceso de domesticación animal debía haber tenido una singular importancia; por otro lado, la realidad en la época prehistórica de movimientos de población a más o menos larga distancia -la tesis de una « transhumancia » andina acababa de ser sostenida, con cierto énfasis, por un investigador norteamericano (Lynch 1967 y 1971)– así como la importancia de eventuales interacciones regionales en la evolución cultural de las poblaciones andinas.
5Todo esto puede parecer bastante ambicioso, pero debemos recordar que « allá », hasta 1974, casi todo estaba por hacerse en el campo de la investigación prehistórica. Los refinamientos tipológicos de la prehistoria europea son aún inimaginables y las características del « campo » prehistórico totalmente diferentes. En relación con Europa, que aparece casi sobrepoblada desde la época paleolítica, América del Sur es un mundo vacío y pobre todavía en referencias conocidas.
6La región se escogió, entonces, a partir de estos diversos puntos de interés. Debía comprender una superficie importante en sectores de mayor altura y ofrecer, desde el final del Pleistoceno (época a la cual esperabamos remontar), recursos suficientes para que el hombre decidiera instalarse allí; y, por último, ser prolífica en yacimientos, es decir en refugios naturales, ya que los sitios abiertos se han vuelto, sin duda, difíciles de ubicar en la época actual. La elección se hizo sobre la cuenca del río Shaka-Palcamayo, que constituye una unidad bastante amplia y variada a la vez, pero también delimitada naturalmente, lo que haría que las variaciones encontradas en el modo de ocupación del espacio en el transcurso del tiempo tuvieran una significación pertinente.
7La red hidrográfica, formada por el valle principal y una decena de pequeños afluentes, en su mayoría intermitentes, ocupa la cima y la vertiente oriental de la Cordillera occidental (fig.1). Esta unidad geográfica de extensión limitada -alrededor de 500 km2- se extiende entre 4500 y 2900 metros de altitud y abarca una serie de pisos ecológicos muy diferentes, cuyas facetas, debido a las influencias combinadas de la altitud, de la diversidad del modelado, de los regímenes pluviométrico y térmico, y de la exposición, se encuentran muy cercanos unos a otros. Constituye, además, una de las vías de paso entre las altas regiones y la vertiente amazónica.
8Las investigaciones se basaron en dos técnicas cuya interacción fue constante: la prospección sistemática que permitió, gracias a la elaboración de los mapas arqueológicos por períodos, estudiar las unidades de instalación en su relación con el medio ambiente pero también entre ellas, y comparar los modelos de utilización del espacio en cada momento de la prehistoria; y de otra parte, la excavación de algunos asentamientos considerados como representativos de cada una de las fases de ocupación puestas en evidencia, en las cuales, gracias a un estudio más exhaustivo se verificaron, afinaron y corrigieron los datos sugeridos por la prospección.
9En total, fueron identificados 97 asentamientos de todo tipo, desde el simple abrigo rocoso utilizado como refugio ocasional, hasta el poblado fortificado, incluyendo sitios funerarios o conjuntos agrícolas. Estos asentamientos pueden relacionarse con tres grandes momentos del pasado prehispánico peruano, representados desigualmente:
- el Precerámico (anterior a 1800 a. C. aproximadamente): 9 asentamientos en cueva o abrigo;
- el Formativo (entre 1800 antes y 100/200 d. C. aproximadamente): 15 asentamientos, de los cuales 9 estaban ocupados desde el Precerámico;
- el Intermedio Tardío (entre los siglos XI y XVI de nuestra era): 82 asentamientos, incluyendo lugares de vivienda (poblados) y conjuntos de estructuras agrícolas (sistemas de cercos o terrazas).
10Entre los sitios escogidos como puntos de trabajo intensivo están un abrigo rocoso en la parte alta, Telarmachay, ocupado durante el Precerámico y el Formativo, y luego utilizado de manera esporádica durante el Intermedio Tardío, y cinco poblados ocupados durante el Intermedio Tardío, hasta la conquista española.
11El presente volumen, que esperamos sea el primero de una serie, sólo trata del abrigo de Telarmachay, y únicamente de su ocupación más antigua (precerámica). Los niveles de ocupación del período Formativo serán estudiados en un segundo volumen, donde este asentamiento será reubicado en su marco regional. En una próxima publicación serán descritas y analizadas las características del habitat durante el Intermedio Tardío1. Finalmente, un volumen especial se dedicará al estudio arqueozoológico de Telarmachay que, debido a la cantidad de material recogido (varias centenas de millares de fragmentos óseos) no tenía cabida en la presente publicación. Estos estudios están a cargo de Jane C. Wheeler (Dpto. de Antropología, Universidad de Colorado, en Boulder, EEUU), a quien agradecemos haber aceptado esta tarea apasionante aunque tediosa. La riqueza y lo novedoso de las informaciones obtenidas en sus análisis son la base principal del interés de Telarmachay, al cual otorgan, desde ya, un rango no despreciable entre los asentamientos claves de la prehistoria andina.
12Telarmachay fue ubicado y visitado en setiembre de 1974, al final de la primera campaña de prospección. Nos fue señalado por la familia que nos acogió en el pueblo de San Pedro de Cajas, y a la cual hemos decidido dedicar este libro. Un sondeo efectuado en aquella época reveló la existencia de más de 1.30 m de relleno arqueológico, sin haber alcanzado el fondo del mismo. Dos fechados C14 dieron las edades de 3370±180 BP (Gif -3481, nivel 4 del sondeo), y 4400±200 BP (Gif -3482, nivel 5). A pesar de su altitud (4420 msnm), su ubicación, al borde de una amplia depresión glaciar y su proximidad a una fuente de agua permanente, lo hacía particularmente apto para servir como refugio desde épocas muy tempranas, a grupos de cazadores y/o pastores prehistóricos. Finalmente, el lugar ofrecía, sobre otros asentamientos similares descubiertos por la prospección, ventajas de tipo logístico: acceso posible de vehículos de doble tracción, y superficies más o menos horizontales en los alrededores del abrigo, que permitían la instalación de un campamento durante varios meses, mientras que otros yacimientos en abrigos rocosos sólo eran accesibles luego de largas caminatas; finalmente, era importante la disponibilidad de agua, elemento esencial para el prehistoriador así como también para el ocupante prehistórico. Un último argumento que incidió en la decisión: el incomparable panorama que se contemplaba desde el abrigo. Este es, entonces, el lugar que decidimos estudiar, y cuyo contenido arqueológico se reveló, finalmente, más antiguo y de una riqueza mayor de lo que el sondeo preliminar dejaba entrever.
13Su excavación fue abordada desde una perspectiva deliberadamente paleoetnológica, sacando a luz los sucesivos niveles de ocupación sobre la mayor superficie posible, y registrando de manera exhaustiva todo tipo de testimonio. Esto representaba, en el Perú, una técnica relativamente nueva. Efectivamente, si bien no podíamos esperar que Telarmachay, en razón de su altitud, proporcionara evidencias de una ocupación humana anterior al inicio del Holoceno, y conocíamos ya algunos asentamientos del área altoandina ocupados hace 10000 años, aproximadamente, los trabajos anteriores se habían dedicado sobre todo a establecer una cronología más que a reconstruir un modo de vida. A lo sumo, trataron a veces de construir secuencias tipológicas de artefactos líticos, sin hacerse muchas preguntas en cuanto a la significación de su presencia o su función eventual. Por último, ningún análisis espacial a escala de un espacio doméstico (una habitación) había sido efectuado, por lo menos hasta donde conocíamos.
14La secuencia de referencia era, y es aún en cierto modo, aquella de Lauricocha, establecida por A. Cardich a partir de excavaciones de desigual importancia efectuadas en tres cuevas del departamento de Huánuco, ubicadas entre 3900 y 4100 metros de altitud. Cardich propuso, desde 1964, una secuencia de tres « Horizontes » precerámicos, basándose esencialmente en la variación de formas de las puntas de proyectil bifaciales foliáceas, y cuyo inicio estaba fechado alrededor de 9525 ±250 BP. Una sola muestra fue fechada y la cronología propuesta se resume en:
- Lauricocha I: 10000-8000 BP
- Lauricocha II: 8000-5000 BP
- Lauricocha III: 5000-4000 BP (Cardich 1983: 160-161).
15Esta cronología es discutible, en la medida en que un cuidadoso examen de las piezas líticas mostradas en las publicaciones indica que, en realidad, los mismos tipos se encuentran, según los asentamientos, en los tres « Horizontes ». No se discute la posibilidad de una diferencia funcional entre los asentamientos, a pesar de que la presencia o ausencia de ciertos tipos puede deberse a otras razones que las de orden puramente cronológico. Finalmente, se le otorga a las estructuras (difíciles de identificar, es cierto, en una excavación en trinchera) una importancia mínima, igual que a la evolución del modo de subsistencia, limitándose Cardich a señalar la presencia de abundantes restos óseos de cérvidos durante el Horizonte I, cuyo número decrece en los Horizontes siguientes, inversamente a la abundancia de restos de camélidos. Estos últimos son identificados como pertenecientes a los géneros Lama y Vicugna, sin que se aborde el problema de la aparición de la llama, especie doméstica que es presentada como « cazada » (Cardich 1983: 162). Sin embargo, Lauricocha fue el primer asentamiento prehistórico de altura estudiado, y Cardich el primero en llamar la atención sobre la profundidad cronológica de la prehistoria andina, en una época -1958- donde se vacilaba en hacer retroceder el pasado peruano más allá del segundo milenio de nuestra era.
16Desde entonces, algunos trabajos han complementado y afinado el esquema propuesto por Cardich. Más cerca de nuestra zona de trabajo, la cueva de Pachamachay, descubierta por R. Matos en 1965 y excavada entre 1969 y 1975 por R. Matos, P. Kaulicke y, luego, J. Rick, es, sin duda, el sitio con el cual se pueden establecer fructíferas comparaciones de todo tipo. Situada a 4250 metros de altitud, en el departamento de Junín, por lo tanto cerca de Telarmachay, fue ocupada a partir de 9000 BP, e incluso quizás desde 12000 BP, aunque existen algunas dudas sobre este último fechado (Rick 1980: 69). A partir de los resultados de sus excavaciones, interpretados dentro de una óptica antropológica, Rick ha construido un modelo de ocupación que propone aplicar a todos los habitats similares de la puna de Junín, basado en la explotación de camélidos salvajes (vicuñas) por cazadores sedentarios. Hipótesis tentadora pero que no es aceptada unánimemente, y que los datos obtenidos en Telarmachay podrían matizar y, quizás, contradecir.
17Mencionaremos, también, algunos asentamientos de la región de Junín que suponemos fueron ocupados durante la misma época y, seguramente, de la misma manera, pero para los cuales los fechados absolutos son dudosos:
- Uchkumachay, ubicado a 4050 metros de altitud, y ocupado desde más o menos
10000 BP (?) (Kaulicke 1980: 296). - Panaulauca, a 4050 metros de altitud igualmente, y probablemente ocupado desde 10000 BP, y donde se están llevando a cabo excavaciones intensivas.
18Citaremos finalmente un sitio al cual haremos referencia en repetidas oportunidades, no tanto por su contemporaneidad o semejanzas culturales con Telarmachay, sino por sus excelentes condiciones de conservación, que han permitido la preservación de restos de materia orgánica vegetal y animal, testimonios ausentes, por lo general, en los sitios de altura; descubierta y estudiada por T. Lynch en 1968-1969, la cueva de Guitarrero – cuya estratigrafía está desgraciadamente muy disturbada- proporcionó una secuencia de ocupación que va desde 10000 a 2300 BP aproximadamente (Lynch 1980). Ubicada en un piso ecológico más bajo que el de nuestro yacimiento (2580 msnm), conoció de condiciones y modalidades de utilización diferentes. Sin embargo, hemos constatado algunas similitudes en el equipo técnico y, sobre todo, en los tipos de artefactos líticos (particularmente en los tipos de puntas bifaciales).
Fig.l – Las investigaciones arqueológicas del programa « Junín », mapa de ubicación.

Notes de bas de page
1 Este trabajo, efectuado por E. Bonnier y C. Rozenberg, fue tema de una tesis de Doctorado de III Ciclo, sustentada en 1982.
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